1. Anita de tus deseos (capitulo 15)


    Fecha: 05/09/2020, Categorías: Confesiones Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos

    ... tocármelo pero desistí porque el solo roce me causaba dolor, y era un dolor que no me gustaba: no me lo proporcionaba papá.
    
    Pasado el tiempo que más o menos había dicho, sonó el timbre del telefonillo de la puerta de la valla. Me puse la bata que siempre tenía colgada del perchero junto a la puerta y contesté.
    
    —¿Si?
    
    —¿Anita?
    
    —Sí, sí.
    
    —Me manda tu padre: abre.
    
    La orden, junto a la palabra “padre” hizo que automáticamente pulsara el botón de apertura de la puerta. Abrí antes de que llamara y sin decir nada entró hasta el salón sin siquiera saludar. Cerré la puerta y le seguí deteniéndome a un par de metros de él. Me miró de arriba abajo detenidamente. Era muy mayor y posiblemente estuviera jubilado, o al menos esa era la impresión que daba. Tenía una barba blanca muy crecida que en parte ocultaba las arrugar que surcaban su rostro. En la mano llevaba un maletín médico de los muy antiguos, de los que salen en las películas del oeste, junto a un maletín metálico pequeño.
    
    —¿Por qué sigues con la bata puesta?
    
    Rápidamente me la quité dejándola sobre la silla. Se acercó y cogiéndome del brazo me hizo girar para observarme el culo totalmente amoratado. Sus ademanes bruscos me atraían mucho y empezaba a sentir cierta excitación. De todas maneras, nada parecido a lo que sentía con papá: a estás alturas, con él, ya estaría muy mojada.
    
    —Ya veo que a tu padre se le ha ido la mano. Es raro porque es un hombre muy comedido. ¿Qué le has hecho para que te castigue ...
    ... así? Da igual, no necesito saberlo: seguro que lo merecías, —mientras el hablaba, yo permanecía en silencio con la mirada baja. Con la mano me subió la barbilla y me miró la cara detenidamente—. Eres tan preciosa cómo tu madre, y espero que igual de servicial. Al menos eso me ha asegurado tu padre.
    
    Empezó a sobarme la nuca y espalda con una mano, mientras con la otra me sujetaba del pelo y sumergía sus labios en mi cuello. Mientras lo hacia, intentaba restregar su paquete en mi cadera. Estuvo un rato así hasta que por fin, tiró de mí hacia abajo para que me arrodillara. Lo hice con cierta dificultad y entonces se desabrochó los pantalones y se los bajo junto a los calzoncillos. Lo que me encontré me dejó tan estupefacta que me costó trabajo disimular la sorpresa: una gran masa de pelos en cuyo interior se vislumbraba algo.
    
    —¡Vamos! ¿A qué esperas? —dijo bruscamente denotando cierta impaciencia.
    
    Aparté los pelos y apareció la polla más ridícula que hubiera podido imaginar, y eso que ya estaba morcillona. Exagerando un poco, tendría unos diez centímetros, que ya le hubieran gustado a él. Acerqué mis labios y la atrapé con la boca. Empecé a chupar y me empezaron a entrar ganas de estornudar: esa enorme cantidad de pelos me hacían cosquillas en la nariz. Ese tío me empezaba a repugnar, pero hice de tripas corazón: papá quería que estuviera con él y que se fuera contento.
    
    Seguí chupando y aquello creció un pelín más, pero poco más. Me estaba desagradando tanto, tanto ...
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