Ama de leche. María, la mujer de mi primera vez, tal vez eres tú.
Fecha: 07/09/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos
Llueve, la tarde es triste, me pongo sentimental, como letra de tango, momentos para el recuerdo, esta es mi historia de allá lejos y hace tiempo.
Portando mis recién cumplidos 18 años, alto, físico cuidado, pero sin excesos, trigueño, afable y servicial. Verano en el campo familiar, cercano a la ciudad de Dolores, en el interior de Argentina, es un antiguo casco de estancia, casa muy grande, mis padres nos dejaban al cuidado de la abuela materna y María (41), especie de chaperona, o persona de compañía, mayor que nosotros, pero siendo tan jóvenes, ella nos pinta como una mujer madura en la comparación.
Mi hermana pasa casi todo el tiempo con la prima, en el campo vecino. María, compañera de cabalgatas, de nado en el arroyo y compinche en todo y para todo...
Esa calurosa tarde, la sagrada hora de la siesta en su esplendor, irreverentes y profanos de la religiosa costumbre, aprovechamos para sentarnos al borde del arroyo, agitando los pies en el agua, y sacudir la modorra de la conversación formal, y dejarme llevar en la confidente exploración de María. Dentro de ese ámbito de confidencia y secretismo íntimo nos manifestamos en libertad de conciencia y de prejuicios.
—Ale (Alejo) vos ya lo hiciste, ¿no?
—Sí... –¡No! - Bajando la vista, como niño atrapado robando un dulce.
—¿Cuándo?, ¿Con quién?...
La respuesta para nada convincente, la hizo amagar una sonrisa, creo que por respeto solo quedó en el amague. Toda mi experiencia eran los intentos con amigas y ...
... compañeras, las revistas de poses y la “autogestión” a mano limpia, si bien no era tan tímido, tampoco era tan lanzado y cero experiencia en conseguirme una “almeja”. Cada vez sentía más apremio por debutar en el sexo, sin saber porque las mujeres maduras eran las de mi preferencia, María también lo era, pero no podía decírselo.
—La vedad… es que aún no, ganas no me faltan, pero… -siempre con la mirada fija en el agua.
—Me di cuenta que sí, que tienes muchas ganas… de hacerlo…
—Vos lo hiciste - Aproveché que me daba lugar a la pregunta.
—Sabes que sí, me viste esa vez… – Sonrió, cómplice.
Sabía que ella me había pescado viendo como el Eladio, uno de los peones, la tenía acorralada, sentada sobre los fardos de pasto, bien abierta de piernas, el hombre con los pantalones en los tobillos, se movía dentro de María, cogiendo y bufando a todo tren, me vio espiar, cómplices en el silencio.
—¡Vamos al agua! - Se desnuda, me llama. – Sácate todo, ¡Ven!
Sin esperarme, meneando la cola redonda y firme, entró al agua, sin volverse a ver, mueve la mano invitándome. Ropa y timidez en la orilla, entré a la complicidad del agua, la verga en total erección. El agua permite ver la sombra del vello púbico y las tetas a flor de agua, se me paró más aún. Dijo la María:
— Qué parada, ¡es grande! - Se muerde el labio, el típico gesto del deseo.
La abracé, se dejó estar, lamía la humedad de mi pecho, me frotaba contra ella. Labios abiertos, lengua tentadora, guía, enseña ...