Por la calle
Fecha: 30/09/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Jullietta, Fuente: CuentoRelatos
Soy bastante observadora y me di cuenta rápidamente: me andaban siguiendo.
Siempre hago el mismo camino, al mediodía al salir del trabajo. Es poco el tiempo del que dispongo y encontré un lugar para comer cerca y con cocina hogareña, sin demasiados aliños ni grasas.
Es una zona que transcurre por calles muy transitadas, hasta llegar a un callejón más tranquilo.
Lleva un libro en la mano, con el dedo entre sus páginas, que va hojeando (más bien haciendo ver que lo lee) cada vez que me entretengo en algún escaparate o aminoro mi marcha.
Por eso estoy segura que me sigue, porque nunca me avanza.
Me he puesto esta mañana, de forma rápida, un sencillo vestido veraniego, que frunce mi talle, para caer después en un travieso acampanado de pliegues, hasta media pierna. Y en el cuello, después de cubrir con escasez ambos pechos, se transforma en unas tiritas delgadas que se encuentran en mi cogote, para dejar al aire con más que generosidad mi espalda.
Así que el sujetador es de aquellos que no llevan tirantes, tan solo una fina línea que cruza mi espalda para unir las dos copas.
El zapato no es demasiado alto, y con tacón ancho, cómodo. Mi paso, ligero, hace que el vestido se mueva en un aleteo que me satisface al verme reflejada en el cristal de los comercios.
Sin duda le habré gustado. Porque sigue ahí. Dejando una distancia prudencial, pero mirando con insistencia.
Acelero el paso. He visto que el próximo semáforo se encuentra rojo para mi dirección ...
... y quiero detenerme ahí.
Se coloca ahora a mi lado, con el libro abierto, pero sus ojos me recorren de arriba abajo. Así que, sacándome las gafas de sol, en un gesto lleno de glamour, le clavo la mirada de forma fija, mientras que me introduzco el extremo de una de las varillas de las lentes en la boca, para jugar con ella entre mis labios, al tiempo que le dedico una sonrisa llena de feminidad recubierta de falsa inocencia.
Me aguanta la mirada, impasible. Pero el dedo le resbala del extremo del libro, y lo cierra con un golpe seco.
Cruzamos la calle. Se ha vuelto a colocar detrás de mí, pero mucho más cerca. Me parece sentir su aliento cálido en mi cuello. Figuraciones mías. Sin duda me estoy calentando.
Aprovechando cada escaparate, observo su figura y su vestido. Es elegante pero informal. Y tiene un cabello perfectamente peinado con una cierta presencia de color gris en sus sienes, que me hace sentirle atractivo. Nuestras miradas se cruzan en cada ocasión, y él, sonríe, aunque su cara denota nerviosismo.
Me estoy acercando a ese edificio de oficinas tan alto que hay en la avenida, muy cerca ya del callejón donde se encuentra el pequeño restaurante.
Por mi mente se cruzan mil ideas, diez fantasías… y decido con diligencia.
Justo está saliendo una persona del edificio, y me dirijo con celeridad hacia la puerta que mantiene abierta. La sujeto desde un lado, para dejarle salir hacia la acera, y entro en el portal, para girarme rápidamente y mirar a mi ...