Por la calle
Fecha: 30/09/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Jullietta, Fuente: CuentoRelatos
... “seguidor”.
Le sonrío y con un ademán de mi cabeza le indico que me siga.
Espero su reacción, que muestra una clara sorpresa, pero compruebo como me hace caso.
Me dirijo al ascensor. Hay varios, pero están en funcionamiento, es hora de salida. Tan solo uno que se acaba de vaciar está en la planta. Así que me meto dentro y él me sigue. Pulso con rapidez el piso 10, antes de que se cierren las puertas. Y empezamos a ascender. Los dos solos.
No media ni una palabra, solo el sonido de dos respiraciones agitadas y de dos cuerpos que se acercan.
Me agarra por la cintura con fuerza y me atrae hacia él. Ahora me empuja contra la cabina, y me sella la boca con sus labios abiertos que mojan los míos. Me dejo hacer y abro también mi boca para sentir su lengua como juega buscando la mía.
Siento sus manos palpar mis pechos: ambas están encima de mi vestido y amasan con firmeza, casi con brutalidad, mis pequeños senos que responden con una rapidez inusitada a ese gesto, porque puedo notar la tirantez de mis pezones.
Soy consciente de la fugacidad del momento, y de la improvisación que todo comporta, y no me lo pienso ni un segundo. Bajo mis manos hacia su pantalón, y palpo con ansia ese miembro que crece y se endurece. Abro una mano y cojo con ella todo ese tesoro que me gustaría sentir dentro. Me gusta y abro y cierro la mano con insistencia.
Es entonces cuando separando su boca de la mía, le oigo susurrar una palabra entre dientes:
-Puta…, como me ...
... gustas…
-Sigue cabrón, no te pares -le respondo encendida.
Pero el ascensor se ha detenido y sus puertas se abren. Sorprendidos nos separamos y ambos miramos hacia el rellano. Planta 10. Jolín ya hemos llegado.
Él toma la iniciativa y agarrándome de una mano, salimos del ascensor. Mira nervioso a todos lados, girando la cabeza con rapidez. De pronto me empuja hacia una puerta metálica, que abre hacia nosotros.
Claro, ahora entiendo. Se trata de la puerta que da acceso a la escalera de emergencias.
Bajamos por ella hasta el primer rellano, entre pisos. Un pequeño descansillo de apenas un metro y medio de superficie.
Me apoyo en la pared, y él se coloca delante.
Con sus manos me eleva el vestido y se introduce entre la piel y los laterales de mi fino tanga, que baja con destreza. Levanto una pierna, y se apresura a sacármelo.
Mientras se queda montado encima de mi otro pie, ya siento su lengua hurgando en mi sexo húmedo, y sus dedos que, en diestra maniobra, separa mis ingles para clavar toda su cabeza entre mis piernas.
Que locura, que rapidez, y cuanto placer. Saco fuerzas de no sé dónde para mirar alrededor y atisbar la proximidad del primer escalón. Coloco un pie en él para ofrecerme mucho más abierta. Y siento llegar mi primer orgasmo, mientras su lengua golpea con inusitada agilidad mi clítoris hinchado.
Coloco ambas manos sobre su cabeza y me abandono al más excitante de los temblores que acompañan la salida de mis efluvios. Araño su cabello, y por ...