Hanna Müller
Fecha: 01/10/2020,
Categorías:
Hetero
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... en que estaba vivo, sólo Dios sabía dónde, desde luego, y que un día, cuando fuera, volvería a ella para nunca más separarse; para ser felices ya eternamente… Esperanza ciega y fe inconmovible, digamos, en la final victoria… Resultaba casi patético constatar tal cosa…tal irrealidad de pensamiento… Recordaba a todo el mundo aquella otra fe en la victoria final del megalómano Fürer Adolf Hitler, que con las tropas soviéticas en las calles Berlín, sostenía que allí, en la capital del Reich, se hundiría para siempre el Oso Ruso junto con el bolchevismo, el mal absoluto sin mezcla de bien alguno…
1947 fue avanzando y con el paso de sus meses la situación económica en casa de Hanna más desesperada no podía ser, pues por más que se buscara y rebañara en casa, no se encontraba nada, nada en absoluto, mínimamente válido para en el mercado negro adquirir las mínimas proteínas imprescindibles para mantener vivo a un ser humano, “conti más” a tres. Así que la búsqueda de trabajo se hizo cosa más que prioritaria; y trabajo donde surgiera, fuera lo que fuera…
Pero la cosa de buscar empleo no estaba nada clara en aquella Alemania de 1947, sometida al Comité Aliado de Control que, manejado a discreción por yanquis y soviéticos, estaba empeñado en que Alemania no pudiera salir adelante, prohibiendo tajantemente toda inversión que redundara en provecho de Alemania, condenada a ser “in eternum” un país agropecuario, es decir, un inmenso patatar amén de criadero de vacas y cerdos, pero ...
... sin un ápice de industria, según el Plan Morgenthau (5). Sólo una cosa había a la que una chica un tanto joven y, en añadidura, bonita, podía dedicarse: Trabajar en uno de esos establecimientos abiertos para jolgorio y reposo del “guerrero”... Americano, claro.
Como era de esperar Magda se escandalizó ante lo que Hanna pensaba hacer
Y sí; Hanna encontró trabajo de camarera en uno de esos locales “of Limits” para los germanos llamado “Moonlight”. El local estaba en algo más que penumbra, pues su iluminación se reducía a velas encendidas, puestas en platitos pequeños, soportes pequeños de vidrio o encajadas en el cuello de simples botellas, mayormente de cerveza. Se desparramaban sobre la barra y detrás de ella, en los anaqueles cuajados de botellas con bebidas y a diversas alturas. También en las mesas que rodeaban el contorno del local, a partir de los extremos de la barra, dejando al centro un espacio, más bien angosto pues las mesas ocupaban la mayor parte de la superficie del lugar, donde varias parejas, diez o doce al menos, bailaban al son de un tocadiscos que reproducía música de Glen Miller, exactamente en ese momento “Moonlight Serenade”. Las parejas, a la música suave, lenta, amigable, bailaban juntos; muy, muy juntitos… Casi abrazados, mejilla contra mejilla, algunas hasta se besaban…
Hanna se acercó a la barra, un tanto cohibida, un tanto acobardada… Era su primer día allí y lo que vio, esas parejas que bailaban más amarteladas que otra cosa, la descolocó un ...