1. Hanna Müller


    Fecha: 01/10/2020, Categorías: Hetero Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... poco, pues no se esperaba eso. Ella creía que, como le dijeran, se trataría solo de servir bebidas, tras la barra o yendo a las mesas ocupadas a tomar la comanda y luego servirla y cobrarla… Pero eso de bailar con los clientes, los soldados yanquis… Lucía un vestido negro anciano ya en seis o siete años, lo mejor de su más que sucinto guardarropa, arreglado para la ocasión, subido el borde inferior hasta un dedo por encima de la rodilla (no lo olvidemos, estamos en 1947 y la moda es bastante más “casta” que la actual), y el escote más bien amplio, en “V” redondeada hacia afuera para dejar ver “algo más” que antes dejara. Además, por la obligada dieta de esos dos últimos años, no solo le entraba bien sino que le quedaba francamente holgado, por lo que tuvo que meterle algún centímetro a las costuras para que el vestido se le ciñera al cuerpo.
    
    Hanna respondió asintiendo con la cabeza
    
    Hanna esa misma tarde se aplicó a hacer que la invitaran a bailar a cambio de sacar rondas y más rondas de bebida… El sábado era el día de cobro: El sueldo convenido más el 20% de lo que las consumiciones logradas valieran. Y empezó a ganar dinero pues se hizo una de las chicas del “Moonlight” más populares; más buscadas por los americanos que frecuentaban el local. Y ello sin ceder un ápice a los naturales deseos, más o menos libidinosos, de los muchachotes americanos, pues nunca permitió que la tocaran un pelo de la ropa. “Las manitas quietas, que luego van al pan”, decía, añadiendo “Si ...
    ... eso es lo único que buscas, conmigo no lo vas a encontrar. Busca otra chica; aquí las hay para todos los gustos y querencias”. Pero tampoco eso significaba que fuera un “cardo borriquero, ni mucho menos, que bien simpática también sabía ser.
    
    Lo que ocurría es que la mujer desarrolló, más desde el primer momento que desde el segundo, una “mano izquierda” que para qué las prisas. Aquellos fuertotes, rollizos mocetones que eran los norteamericanos, también eran, sin excepciones como aquél que dice, unos niños grandes; enteramente transparentes. En su mayoría chicos del campo, campesinos. Hanna, cuando se acercaba a ellos, realmente, no les hablaba, sino que lo que hacía era lograr que fueran ellos los que la hablaran a ella. Empezaba por preguntarles de dónde eran, para después hacer que le hablaran de su tierra, de su pueblo… Del terruño que dejaron atrás; unos para ir directamente a la guerra; otros, para ir a un país desconocido, asolado por una guerra que acababa de terminar.
    
    La verdad era que todos; todos ellos estaban solos… Tremendamente solos… Lejos de su tierra, de su mundo, su familia, sus amigos… Ella entonces hacía que la lengua se les soltara; que le hablaran de sus padres, sus hermanos, de esa hermana pequeña, entrañable, que un día dejaron atrás. De la novia que allá, en su pueblo quedó toda llorosa… Y de su mujer, su esposa, sus hijos, tan añorados… Más, incluso, ellos que ella… Aunque también, luego, la mujer elegida como compañera de su vida… Y le hablaban ...
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