Hanna Müller
Fecha: 01/10/2020,
Categorías:
Hetero
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... amaneció el Uno de Enero de 1949, primer día de tal año que, amén de señalar el fin del Bloqueo de Berlín y la institución de los dos estados en que quedó dividida Alemania hasta su reunificación ya hacia 1991-92, para Hanna Müller fue un año muy especial, pues le trajo un acontecimiento que tendría profunda repercusión en su vida.
Fue un martes cualquiera de mediados-fines de Agosto. El martes era el día que el amo del “Moonlight” le daba como descanso semanal, entonces la semana laboral de lunes a viernes aún no se llevaba en Europa, por lo que la mujer pasó la tarde haciendo varias cosas que la tuvieron lejos de casa hasta casi la noche ya, pues hasta entre las ocho y las nueve no arribó de regreso a casa. Entonces le dieron la noticia: Gustav, el marido de Magda, había aparecido esa tarde en casa, repatriado desde la URSS.
De momento Hanna se quedó inmóvil, casi sin poder creer lo que oía, pero de inmediato la alegría inundó su alma y gritando “¡Gustav!... ¡Gustav!” echó a correr hacia el interior de la casa. En el comedor estaban Magda y Gustav, abrazados, besándose casi, casi, que con frenesí, La pesadilla de ella, de Magda, por fin había terminado… ¡Su marido, al fin, estaba allí; en casa;…con ella… Hanna se precipitó en brazos de los dos, abrazándoles, besándoles a los dos… Reían los tres, Hanna, Magda y Gustav… Y lloraban; lloraban a lágrima viva, pero de inmensa alegría…
Al escucharla, el rostro de Gustav se ensombreció. Bajó la cabeza, incapaz entonces ...
... de sostener aquella mirada de Hanna en la que destellaba una alegría inmensa ante la esperanza de recuperar muy pronto a su marido
Hanna estaba blanca cual pared encalada; no fría, sino gélida por dentro… No podía creerlo… No podía ser que su Herman, su idolatrado marido hubiera muerto, dejándola sola… Gustav siguió hablando
Gustav calló y las lágrimas de Hanna se secaron en sus lagrimales. Se quedó seria; muy, muy seria y casi agarrotada. Pero eso duró poco; muy poco. Enseguida reaccionó y, muy tiesa y por demás decidida se encaminó hacia la puerta de la calle.
Hanna esta vez no respondió; con paso firme, seguro, salió de casa y, escaleras abajo, salió a la calle. Presurosa, tomó el camino de su lugar de trabajo. Cogió el autobús que solía llevarla hasta allí y en minutos estaba donde quería. Entró en el local y con ansiedad no exenta de temor por no encontrarle, buscó a Jim Clayton. Enseguida le vio, sentado a una mesa con su sempiterno wiski y su casi perpetua soledad. Con paso rápido, con evidente prisa, se dirigió a él. Jim la divisó cuando ya casi estaba junto a él y, siempre galante y caballeroso, se levantó, aprestándose a recibirla. Ella llegó junto a él y, sin más preámbulos, sin mediar palabra alguna, se le echó encima abrazándole y besándole. Pero besándole con pasión casi delirante, en la boca, haciendo que él se la abriera a ella, que se entregó a las caricias de lengua como si eso fuera lo único que podría hacer ya en esta vida. Al fin se separó de él, ...