1. Hanna Müller


    Fecha: 01/10/2020, Categorías: Hetero Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... volviendo a su lado, y para tal momento se reservaba: Ella era de él y nada más que de él, de forma que si aceptó acostarse con sus “protectores” rusos, solo fue eso lo que hizo, acostarse y, además obligada, pues ella, en absoluto, se entregó a ellos. Los soportó simplemente. Así que ella y su madre fueron saliendo adelante como pudieron, es decir, la mar de mal, a base de pasar más hambre que “Carpanta” (3)
    
    En 1946 las potencias vencedoras, incluida la URSS, empezaron a repatriar a los prisioneros de guerra alemanes en su poder, con lo que a las estaciones ferroviarias alemanas fueron llegando trenes con esos hombres recién liberados y Hanna comenzó a ir a la estación, a esperar esos trenes, en la esperanza que alguno le devolviera a su Herman. Allí se encontró con decenas y decenas y decenas de mujeres que, como ella, también habían ido a los andenes de la estación con la misma esperanza que ella.
    
    Mujeres unas jóvenes, otras más maduras y otras, en fin, ancianitas de pelos blancos y rostros arrugados… Unas guapas, atractivas, otras menos guapas, menos atractivas. Unas, solas como ella misma, otras con críos, niños-niña, más pequeños/as, menos pequeños/as; otras en fin en grupos familiares más o menos amplios, con hombres-mujeres más o menos ancianos/as, con personas, varones y hembras, menos mayores… Con niños/as unos, otros no. Novias, esposas y madres… Grupos de mujeres, pues, heterogéneos, pero todas, todas en absoluto con el común denominador del brillo en sus ...
    ... miradas… El brillo de la esperanza, que se dice es lo último que en la vida se pierde
    
    De los trenes iban apeándose los prisioneros retornados a la Patria. Solían llegar solos, uno por uno, sin formar grupos. Bajaban desorientados; casi, casi que inseguros. Unos con estado físico más que aceptable, otros bastante menos aceptable y algunos francamente desmejorados; demacrados, ojerosos, con las órbitas oculares hundidas y al fondo los ojos medio apagados, cuando no apagados por entero. Común a todos ellos era la mirada de expectación teñida de esa esperanza que sólo muere con la vida… Y mirando; repasando todo el panorama humano que a sus ojos saltaba como escudriñando cada rostro con extremo interés. Al momento, solía escucharse un grito, casi un alarido de inmensa alegría y una aquellas mujeres echaba a correr hacia uno de los que acababan de bajar a tierra, fundiéndose hombre y mujer, marido y esposa, novia y novio, madre e hijo en un más que estrecho abrazo regándose mutuamente el rostro de lágrimas; lágrimas de alegría, de íntima dicha
    
    Luego, poco a poco, la estación, el andén, se vaciaba de soldados retornados a casa, y las mujeres que aún allí estaban, cabizbajas, algunas hasta llorando, y no alegría precisamente, también vaciaban el andén y abandonaban la estación de vuelta a casa. Acongojadas, desilusionadas; frustradas, al menos entonces… Volvían a casa con la renovada esperanza de que mañana seguramente vendría el ser añorado… Pero, lo normal era que el ser ...
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