Mis últimas experiencias con desconocidos
Fecha: 06/11/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Ana Del Veliz, Fuente: CuentoRelatos
... El sabor a verga me puede. Se la chupé, devorándole el glande, y lamiendo el tronco de punta a punta, a través de su piel gruesa, sintiendo cómo me acariciaba el culo y la cabeza mientras lo hacía. Acaricié sus bolas peludas y olorosas, y también le di unos besitos con lengua, sintiendo su textura con mi lengua.
β Que bien la chupás mi amor. β susurró, y me dio una nalgada.
Me tragué de nuevo su pija. Me la metí hasta que el glande rozó mi garganta, y de repente sentí un chorro a presión golpear contra mi garganta. Era la eyaculación del remisero. Me hizo atragantar. Me liberé de la pija y comencé a toser y a escupir semen y saliva sobre el piso del auto.
β Que cerdita linda sos. β dijo el tipo, riendo a carcajadas.
β No me digas cerda. β le dije, una vez que me recompuse. β decime puta si querés, pero cerda no me gusta.
Él explotó en otra carcajada y acarició mi cabeza como quien acaricia un cachorro.
β Que divina que sos. β Dijo. β tomá. β agregó, entregándome un pañuelo descartable. β límpiate la boca que te quedó un poco de leche. β parecía encontrar el hecho jocoso. Luego agarró una pequeña agenda, escribió algo en ella y arrancó la hoja. β Tomá mi número. Me encantó estar con vos. Veámonos otro día.
β ¿Qué, ya te vas? β le dije. Era un imbécil, pensaba dejarme caliente después de que yo se la chupé hasta hacerlo acabar.
β Tengo que volver a la agencia.
β Bueno, andá. Volvé. Pero ni sueñes que te voy a llamar.
β Estás media loca vos ¿no? β ...
... me dijo. Esta vez hablando seriamente.
β ¡loca tu hermana! β le grité. β Además vos me obligaste ¡hijo de puta! Sos un abusador.
El remisero, desconcertado, no pudo controlar otra carcajada. De repente me agarró de la cintura y me atrajo hacia él.
β ¿Qué querés de mi, loca de mierda? β me preguntó con rabia.
β Que me cojas. β le dije sin vueltas. β ¿Qué te pensás, que las mujeres no necesitamos acabar?
Se quedó con la boca abierta. Miró la hora en su celular, y pareció sopesar la situación. Agarró el nextel y mandó un aviso.
β Sí, Mario. β contestó una voz distorsionada del otro lado.
β Tengo que llevar a la clienta que traje recién a otra parte.
β Okey. β dijo la voz.
β Vamos putita. β dijo. Salió del auto. Me abrió la puerta, y me agarró de la muñeca con violencia. β Vamos putita. β repitió. Me llevó casi a rastras hasta la puerta de mi casa. Pude ver algunas miradas curiosas observándonos. No me importaba mucho, y menos en ese momento de euforia, pero esperaba que ninguno de los que nos miraban conozca a la esposa del remisero.
Entramos a casa. Mario me agarró de la cintura y me levantó como si yo no fuera más que una muñeca. Envolví su cuerpo con mis piernas, e hice movimientos pélvicos frotándome con él.
β Pará que prendo las luces. β dije, y acto seguido oprimí las llaves y la casa se iluminó. β llévame a la mesa del comedor. Cogeme ahí. β le pedí.
Mario me llevó cargando hasta el comedor. Yo lo abracé y le di besos en el cuello, y un ...