1. La mujer de Ernesto


    Fecha: 17/10/2017, Categorías: No Consentido Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos

    ... pudiera pillarla sola. Habían pasado más de dos meses desde nuestro último encuentro, así que dediqué la semana siguiente en conocer sus movimientos. Además de los viernes, comía en casa los martes pues realizaba un curso que la ocupaba toda la tarde. Ya sabía cuándo, tenía claro el qué por lo que solamente me faltaba planear el cómo.
    
    Me presenté delante del bloque poco antes de las 2. Esperé que se abriera el portón del parking con la salida de algún vecino y me colé mientras la puerta se cerraba automáticamente detrás de mí. Esperé agazapado a que apareciera el BMW Serie 3 que conducía la mujer, pasadas las dos y media, y actué.
    
    Me había cambiado de ropa en el coche, tejanos gastados, jersey fino, guantes y pasamontañas, para no ser reconocido por ninguna cámara de vídeo interior del garaje. En cuanto salió del coche, altiva, y tomó el pasillo que debía llevarla hacia el ascensor, me lancé a por ella. La tomé por detrás, rodeándole el cuello con el brazo izquierdo mientras le mostraba la navaja que sostenía en la mano derecha. Pegó un grito, medio ahogado por el terror, pero se dejó arrastrar dócil hacia la salida.
    
    Sus ojos se movían nerviosos, de lado a lado mientras esperábamos que llegara el ascensor, abrí la puerta y la empujé dentro, sin importarme lo más mínimo si le dolía el golpe que se pegó contra la pared frontal. Apreté el botón del ático mientras la mujer comenzaba a balbucear súplicas y ruegos.
    
    -Toma, –tendiéndome el bolso –llévate el dinero y las ...
    ... tarjetas, pero no me hagas daño, por favor, tengo tres hijos.
    
    No dije nada. Simplemente la agarré del cuello con la mano derecha, como si quisiera ahogarla, lo que la aterró. Vi pánico en sus ojos. Su boca se abría boqueando, buscando aire, aunque mi presión no era lo suficientemente fuerte como para asfixiarla.
    
    Al llegar al ático, tiré de su cabello para que me siguiera, empujándola contra la puerta del piso para que abriera. ¿Cómo sabes dónde vivo? preguntó con un hilo de voz mientras buscaba las llaves dentro del bolso.
    
    No atinaba en la cerradura, así que le arranqué las llaves de las manos para salir del rellano dónde en cualquier momento podía aparecer algún vecino de la vivienda de enfrente. Al abrir la puerta, la empujé de nuevo, haciéndola caer al suelo aunque no había sido mi intención.
    
    Arrodillada suplicó de nuevo por su integridad física, implorándome no dañarla, ofreciéndome dinero de nuevo y lo que quieras de la casa, joyas, electrodomésticos, lo que quieras. Hoy sí tenía lágrimas en los ojos, hoy sí se le había corrido el maquillaje. Pero la mujer insistía, apelando a sus hijos. Me hizo gracia que no nombrara a su marido en ningún momento.
    
    La agarré del cuello y la miré detenidamente, hinchado de placer viéndola suplicar desesperada. Fuera por la posición, fuera buscando cualquier resquicio que la aferrara a la vida, me ofreció hacer lo que quieras, por favor, haré lo que quieras pero no me hagas daño.
    
    Moví lo justo la mano para que su cabeza ...
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