La mujer de Ernesto
Fecha: 17/10/2017,
Categorías:
No Consentido
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... discusión. A pesar de la encerrona que me había tendido, había logrado mantener la calma. Incluso yo mismo me sorprendía del autocontrol que estaba logrando estas últimas semanas, después de un par de meses desbocado.
Me había llamado Rafa, el nuevo capitán del equipo pidiéndome volver para un único partido pues estaban muy faltos de efectivos. Ernesto entre las bajas. Como el grupo sabía que una disputa con éste había provocado mi salida, me suplicó que les echara una mano puntualmente.
Llegué al vestuario a la hora acordada para prepararme, sin imaginarme que solamente Rafa y Ernesto se presentarían, pues el partido había sido aplazado, de modo que el primero se largó para que podáis solucionar vuestras mierdas de una puta vez que os necesitamos a los dos al 100%.
Ernesto se parapetó en la puerta, apoyando la espalda en ella para bloquearla obligándome a escuchar todo lo que me tenía que decir.
-Me he equivocado, -fue su primera confesión. -No debería haber grabado el vídeo pues dos semanas de disfrute no han compensado la pelotera que he tenido con Angie, he estado a punto de perderla, y lamento haberte culpado a ti de todo pero no supe reaccionar de otra manera, no supe cómo defenderme ante ella. Compréndeme, me aterraba perderla.
Hasta aquí tenía su lógica. No compartía el proceder pero podía entenderlo. Era disculpable. Pero la segunda parte, acusarme de manipulador, chantajista, violador y no sé cuántas cosas más era simplemente imperdonable.
-Tío, ...
... no sé de qué me estás hablando.
Le lancé toda la caballería encima. Sin apenas levantar la voz, le eché en cara todo. No eres amigo de nadie, no tuviste ningún escrúpulo en cubrirme de mierda para…
-Te repito que no sé de qué coño estás hablando –me atajó levantando la voz.
La bombilla se encendió en mi cabeza. Casi pude sentir la ignición eléctrica, punzante, dolorosa. ¡Qué idiotas hemos sido! Nos ha manipulado como a dos monos de feria.
Entonces fue Ernesto el que montó en cólera. Pero, para mi sorpresa, contra mí, pues su santísima esposa nunca sería capaz de decirme algo así. ¿Por quién nos tomas? repitió, incluyendo ahora a la intachable dama que había hecho un esfuerzo sobrehumano para complacerle pues se amaban con locura.
-Pero no puedo pretender que sepas de qué te hablo, –me escupió con renovado desdén –si tú nunca has querido a nadie más que a ti mismo.
Definitivamente nuestra amistad había llegado a su fin. Pero no estaba enfadado con él a pesar de su sentencia final. Era pena lo que me suscitaba, pues tenía una venda en los ojos a la que él llamaba amor.
Pero Angie merecía un castigo, que alguien la pusiera en su sitio. Y ese alguien iba a ser yo.
***
Aunque era lo que me pedía el cuerpo, no me atreví a visitarla en el trabajo como ella había hecho conmigo. La batalla final debía producirse entre ella y yo. Nadie más debía ser partícipe de ésta.
Sabía que salía de casa pronto para ir al bufete o al juzgado, así que debía actuar cuando ...