1. Ojos rosas


    Fecha: 19/10/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Eran las once de la noche y a Carolina, como ya era costumbre, la habían dejado plantada. Su novio, ese con quien estaba para, supuestamente no salir sola los fines de semana, se había quedado trabajando hasta tarde, por séptima vez en la semana. Resignada a otra velada sin compañía, pidió otra cerveza. De pronto, se percató de que un atractivo hombre la observaba, desde la mesa de al lado, de manera casi atemorizante. Luego de mantenerle la mirada unos cuantos segundos, la clavó en el vaso porque sus ojos comenzaron a arderle. Cuando volvió a levantar la cabeza, el hombre estaba sentado junto a ella. Dio un pequeño brinco por el susto y él ni siquiera se inmutó, sólo la siguió mirando con una devoción enfermiza. Ninguno de los dos pronunció palabra alguna. Él porque no lo deseaba. Ella porque no podía; su boca estaba como sellada, por la impresión que su misteriosa presencia le causaba, impresión que sin motivo aparente, se transformaba, poco a poco, en un calor que se concentraba en su entrepierna. Él no hizo más que observarla, pero con sólo eso ella sintió que sus bragas ya estaban mojadas. No podía explicarlo, pero lo deseaba dentro de ella. Cuando estaba a punto de saltarle encima, él empezó a relatarle una historia.
    
    "Era el año de 1522 cuando te conocí. Recorría el mundo y desembarqué en España. Esperaba encontrar una razón, una para no atravesar mi corazón con una daga. Para mi desgracia, no me había topado con ese motivo en ya varias décadas de viaje. Y es que ha ...
    ... más de cien años de haber llegado al mundo, tiempo que caminé en su mayoría sin vida, ya estaba cansado. No tenía a alguien con quien visitar los países que me faltaban por conocer. Con la soledad como mi única compañera, los más bellos paisajes no eran más que basura. Al principio había sido emocionante el conservarme siempre joven y fuerte, pero ya no lo era más. No hay nada gracioso en ver morir a las personas que amas, una tras otra. Saber que no podrás reunirte con ellas porque tú ya estás muerto, porque cuando tu cuerpo se convierta en polvo tu alma no irá al cielo, porque no tienes una, porque estás vacío, porque estás condenado, es el peor de los infiernos. Estaba harto. Casi rogaba por no encontrar esa razón para seguir y finalmente descansar, o al menos, de no encontrar la paz eterna, no pisar más la tierra debajo de la cual yacían mis sueños. Entonces apareciste, con tus grandes e hipnotizantes ojos rosas. Entonces se cruzaron nuestros caminos y sentí, aunque eso era imposible, que mi corazón latía otra vez.
    
    Te movías con gracia, entre filas de gente que compraban variedad de cosas, por las calles del mercado. Estaba ahí porque entre la gente común, la que no duerme en camas con telas de seda y barandales de oro, siempre están las personalidades más interesantes, las más puras, las que no han sido corrompidas por el dinero o el poder. No me equivoqué, ahí estabas tú. Con tu cabellera negra rozando tu espalda baja. Con ese vestido, que pensé era más antiguo que ...
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