Ojos rosas
Fecha: 19/10/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... yo, de igual tonalidad. Sin al menos unas viejas sandalias protegiendo tus pies. Sin una gota de maquillaje. Con tu rostro tan limpio como tu espíritu. Con la inocencia de tus menos de veinte. Con tu sensualidad dormida que me permití creer, me había estado esperando. Todos, a tu paso, volteaban a verte. No podía culparlos. Eras la criatura más hermosa que hubieran visto mis ojos. Te llamé en mi mente sin saber tu nombre y me miraste. Me miraste de tal forma...que me dieron ganas de llorar. Estaba feliz, muy feliz. Por primera vez en más en casi un siglo, sonreí. Me devolviste el gesto y caminaste hacia mí. Me diste la mano en señal de saludo y yo la besé. Mis, siempre fríos, labios se calentaron un poco con el contacto de tu piel. Abriste la boca y supe que la gloria tenía un nombre: Camila.
Quise decirte como me llamaba, pero no pude. No es que fuera falto de educación, sino que de verte se me había olvidado hasta mi nombre. Todos esos años de experiencia, conquistando a las mujeres más bellas y soberbias, no sirvieron de nada en ese momento. Supe entonces que tú no eras cualquier mujer. No tenías la personalidad engreída de una reina, pero si la belleza de una diosa. Supe que a ti no se te podía conquistar. No podía ofrecerte dinero o fama, tú lo tenías todo. Supe que eras tú la que lo hiciste conmigo. No te faltó decir frase alguna, tan sólo con mirarme ya era tuyo. Supe que eras ese motivo que con tanto afán, y con pocos resultados, había estado buscando. Todo ese ...
... tiempo de vivir en las tinieblas, quedó en el olvido al escuchar tu voz y tú corazón. La alegría que me invadía era tanta, que me volvió un torpe y a una cantina te llevé. Cualquier otra me había abofeteado, pero no tú. Tú aceptaste gustosa y, entrelazando tu brazo con el mío, caminamos hasta el poco prestigiado lugar. Nos sentamos a la barra. Pedimos un par de copas. Volví a mirarte fijamente a los ojos, para memorizar cada milímetro de ellos y recordarlos en mis tantas horas de sueño. Entonces fue que me sorprendiste. Sin previo aviso me besaste. Sentí que la vida me habías devuelto.
Fueron pocos los segundos que tus labios se pegaron a los míos, pero bastaron para convencerme de que te amaba. Te tomé de la mano y salimos del sucio lugar, sin hacer caso de los gritos del dueño, que exigía pagáramos lo que habíamos ordenado. Por un instante, cuando te llamé con la mente, me culpé de aprovecharme de tu inocencia, de tu inexperiencia, pero cuando me besaste me di cuenta de que también lo querías y los remordimientos se esfumaron. El miedo de llevarte a mi cama y causarte algún tipo de trauma, se fue cuando tu lengua entró en mi boca, indicándome que deseabas yo entrara con otra cosa. Caminamos sin prisa rumbo a la posada, sin decir más de dos palabras. Nunca me gustó hablar demasiado. Siempre pensé que las palabras quedaban fuera de lugar cuando un silencio te decía tanto, pero ninguna otra mujer lo entendió. Todas se empeñaban en llenar el más pequeño vacío con sus irritantes ...