1. Mi mama me ama


    Fecha: 19/10/2017, Categorías: Hetero Autor: Safo, Fuente: CuentoRelatos

    Dejadme que me describa. No, no es una historia donde la madre y la hija son dos bellezones esculturales y sin edad. No.
    
    Tengo 22 años. Hace un año ocurrió. Es decir, que entonces tenía 21. Mis ojos son azules, mi pelo negro, y lo llevo muy cortito, en plan chico. Blanca de piel. Gordita (¡no mucho!) y bajita. Lo más prominente de mí son mis pechos: 120 de sujetador. Y no, no es agradable ver que para los hombres (y muchas mujeres) una sólo exista entre el ombligo y el bocado de Adán.
    
    Pero me pierdo, disculpad. Mi madre tiene 45 años ahora; se conserva bien, pero ya tiene algunas arruguitas propias de su edad (yo la encuentro preciosa). Somos más o menos de la misma altura; sin embargo, ella es delgadita, y su figura es bastante esbelta para su edad, y sus senos son más chicos, entre 80 y 90. Tenemos los mismos ojos y pelo (ella lo lleva cortado a media melena).
    
    Bueno, el caso es que mis padres se separaron hace dos años, y mi madre y yo nos fuimos a vivir a un estudio, porque nuestra economía no daba para más. Y era tan pequeño que dormíamos en la misma cama, porque no había sitio para más. Pero lo llevábamos bien. Hasta que comenzó...
    
    Mi madre, tras la separación, no quiso saber nada más de hombres. No digo que se volviese lesbiana (la lesbiana soy yo, aunque ella nada sabía por entonces); simplemente, los consideró a todos unos miserables. Pero en estos casos suele ocurrir que el cerebro va por un lado y el cuerpo por otro. Mi madre no es una santa, y su libido ...
    ... tenía que desahogarse de algún modo.
    
    Una noche, mientras dormíamos juntas, me despertaron unos gemidos de mi madre.
    
    —Mamá, ¿te pasa algo? —pregunté.
    
    No me contestó. A la luz de las farolas que se filtraba por la persiana bajada pude ver que mi madre tenía los ojos cerrados, y dormía. Pero su respiración era un tanto agitada, y seguía gimiendo.
    
    —¿Mamá? —aparté las sábanas.
    
    Apenas pude reprimir una risita de sorpresa. ¡Mi madre se estaba masturbando en sueños! Y debía ser un sueño terrible, porque había empapado buena parte de la sábana. Su mano se acariciaba por encima de su tanga, empapado. No llevaba nada más. Me levanté sigilosamente y esperé a que mi madre terminase. Un gemido y un suspiro hondo me lo indicaron. Con un paño sequé a mi madre la mano y lo que pude del tanga, porque si se daba cuenta al despertar lo hubiese pasado fatal. Así, la humedad de su tanga podría pasar por una pequeña polución nocturna, y ella no se percataría de la paja que se había hecho al lado de su hija.
    
    Y así fue. No se dio cuenta de nada. A la mañana siguiente se levantó para ir a trabajar, a toda prisa y a oscuras para no despertarme, como solía.
    
    Cuando me levanté, más tarde, cambié las sábanas.
    
    Me pasé todo el día con la imagen de mi madre gozando en sueños.
    
    Estaba un poco inquieta por si volvía a ocurrir lo mismo, y tal vez un poco... sí, excitada, con la idea de volver a verla así. Pero claro, una piensa, "¿Cómo me va a excitar mi propia madre? No es posible". Y ...
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