Mi mama me ama
Fecha: 19/10/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Safo, Fuente: CuentoRelatos
... pelvis aumentó. Y súbito... noté cómo mi madre aguantaba la respiración y cesaba en sus estremecimientos. La miré a la cara y allí estaba, despierta, con los ojos desorbitados, mirándome:
—¡Jennifer! ¿Qué...?
No quise darle tiempo a pensar. Enterré mi lengua en su boca, con el beso de tornillo más profundo que se pueda dar. Hubo un leve asomo de resistencia, pero pronto cesó y su lengua comenzó a jugar con la mía. Entre lengüetazo y lengüetazo, gemía:
—Hija... esto... esto... no está... está bien...
Yo la interrumpía diciéndole entre beso y beso:
—Mamá, te amo... te amo, mamá... mamá, mamá... te amo.
¡Cómo besaba! Mientras nos acariciábamos, ella con manos inexpertas, me puse encima de ella y comencé a acariciar su coño con el mío. Ella abrió sus piernas cuanto pudo, mientras me acariciaba las nalgas, empujándome hacia ella.
—Aaah! ¡Hija! ¡Aaah!
Luego paré y comencé a besarla por el cuello, su canalillo, sus pezones, sus tetas, a lamer todo el largo camino a su ombligo, donde me entretuve un buen rato.
—Mamá, mamá, déjame gozar el lugar de donde salí.
—Sí, mi niña, todo tuyo, ¡es todo tuyo!
Aparté sus labios con mis dedos; lamí su raja de arriba a abajo, llenándome la boca de su ...
... líquido maravilloso. En medio, como un rubí precioso, sobresalía su clítoris. Lo chupé como quien chupa una golosina deliciosa, lo lamí, lo mordí. Mi madre chillaba como una posesa.
—Me corro! ¡Me corro!
—No, mamá, espera...
Comencé a ensalivar su ano con mi lengua, poco a poco, penetrando su esfínter con ella. Cuando estuvo bien lubricada, comencé a meterle un dedo.
—Aaay.
—¿te duele?
—Un poco, pero me gusta. ¡Sigue, sigue!
Y mientras mi dedo entraba y salía dilatando su virgen culito (¡quién lo diría, mi madre, con su edad, y su culo sin desvirgar!) volví a lamer su clítoris. Mi madre no aguantó más, con un gemido profundo se corrió en mi boca, y yo intenté beber de ella, pero me desbordó.
—Hija mía, ¡déjame ahora disfrutar de tu líquido!
Y mi madre comenzó a lamerme, muy inexperta, pero... ¡con cuanta pasión! Me corrí casi de inmediato.
Pasamos abrazadas el resto de la noche, besándonos e intercambiando confidencias. Yo le confesé que era lesbiana. Ella me preguntó:
—Hija... esto... ¿crees que lo que hemos hecho me convierte en lesbiana? Sonreí y le dije:
—No, mamá... te convierte en la mejor madre del mundo.
Aquella noche dormimos exhaustas, pero felices. Y así desde entonces.