El Montubio se culió a Wilman
Fecha: 04/12/2020,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Me llamo Wilman Ordóñez, soy un bailarín de danzas folklóricas costeñas y tengo mi propio grupo de baile en el que recluto a chicos para que sean mis bailarines, y debo confesar que para que también me distraigan por las noches. Soy bien blanco y guapo, tengo unos grandes ojos negros y largas pestañas, linda nariz y una boca sensual y mamona que les encanta, las mujeres también se mueren por mí y yo aprovecho esto para usarlas como despiste y que los padres de familia de mis alumnos no se den cuenta que en realidad me gustan los hombres bien machos y con vergas grandes y gruesas, no me gustan los gays o las locas afeminadas sino los hombres rudos y bien culiones como son regularmente los montubios costeños porque estos campesino tiene fama de ser buen culiador y cuando se trata de quitarse la arrechera no aguanta paro, inclusive tienen un refrán popular que dice: “Todo hueco saca leche”, por eso me gustan los montubios, porque no se andan con rodeos sino que si uno les hace una propuesta sexual; ellos enseguida se sacan la verga y me la meten en la boca o en el culo.
Tengo mucha experiencia tratando con este tipo de hombres del campo y se que su debilidad son los culos grandes, gordos y bien parados, y yo tengo un lindo culo carnudo y blanco porque mi cuerpo es bien formado pues he sido bailarín toda mi vida y este ejercicio le modela a uno la figura. Además aprendí a manejar mi esfínter muy bien y apretar el músculo del ano de manera que al apretar la verga de los chicos ...
... que me penetran estos se vuelven locos de placer y les saco la leche hasta la última gota haciéndolos míos por completo, así es como los conquisto y por eso es que he tenido muchos amantes, todos heteros, bien machos, uno más bueno que el otro, y los uso sexualmente hasta que me canso de ellos, luego los saco del grupo de baile y contrato nuevos hombres para siempre tener jóvenes amantes en mi cama.
Pero hace unos meses, conocí a un chico que me movió el piso y más bien fue el quien me volvió loco, o más bien loca a mí, resulta que se llama Aníbal y acababa de llegar a Guayaquil desde Chone, Manabí, la tierra de los hombres más culiones del Ecuador, Aníbal llegó a la casa de unos parientes cerca de mi casa en el Suburbio de la ciudad y su tía me lo presentó para que yo lo enrole en mi grupo de baile con el fin de que no ande de vago por la calle, hasta que le salga un trabajo bueno porque era para lo que el había venido a la gran ciudad, para trabajar.
Cuando lo vi, me quedé como los locos, porque el chico era grande, medía 1,75 y apenas tenía 18 años de edad, estaba jovencito, claro que ya era mayor de edad pero en todo caso estaba en la flor de la vida, tiernito, recién salido del cascarón, un pollito como decimos en mi tierra, y el pollito estaba muy bien formado, porque tenía una espalda ancha, cintura estrecha, era bien nalgón como buen manaba y con unas piernas tan gruesas y bien formadas como las de un futbolista europeo, de piel blanca como la leche, ojos verdes ...