1. En la biblioteca pública


    Fecha: 22/12/2020, Categorías: Gays Autor: Pidroso, Fuente: SexoSinTabues

    ... llegaron el chaval y su novia. Cruzaron sus miradas por primera vez en ese día y el chaval movió la cabeza sonriendo y guiñándole un ojo en forma de saludo, que Pedro le respondió de la misma manera. Estaba para comérselo, tan mono y con tanto morbo. Pedro se recreó observándolo, llevaba unos vaqueros azul marino con las costuras blancas que le sentaban genial, apretados a esas piernas fibradas, una camiseta larga morada y una cazadora vaquera del mismo tipo que los pantalones. El conjunto lucía espectacular y Pedro, como siempre que veía un tío así, no podía dejar de pensar que no jugaba en esa liga. Un chaval así no estaría a su alcance aunque fuese gay, cuanto más siendo hetero. Tenía que seguir controlando esa manía suya de proyectar su propia atracción hacia los demás imaginándose que también se podían sentir ligeramente atraídos por el. Ese chaval lo tenía todo, era atractivo, joven y podía estar con quien quisiera, de hecho ya lo estaba, con esa chica de su edad que había que reconocer que era todo un bellezón. Que suerte tenía la cabrona, no pudo evitar pensar. Se sentaron dos mesas más allá de donde él se encontraba y el chaval escogió un sitio frontal a su posición, con lo cual Pedro podía verlo simplemente levantando la cabeza. Pasado un rato decidió salir a fumar un cigarro. Estaba en la calle encendiéndoselo cuando salió el chaval y le pidió uno. Se le presentó sonriendo porque era cierto que aún no sabían sus nombres. Se llamaba Ricardo pero le pidió que lo ...
    ... llamase Riqui, que era como le llamaban los colegas y la familia a excepción de su madre cuando se enfadaba que lo llamaba con nombre completo y apellidos. Se rieron ambos porque Pedro le comentó que su madre hacía exactamente lo mismo. Riqui le preguntó si había traído el cuento para que lo tradujese y Pedro le entregó el pen drive donde lo llevaba que sacó de uno de los bolsillos de su cazadora. Él lo leería y traduciría en casa para devolvérselo la semana próxima le dijo. Entraron de nuevo, Pedro directamente a la sala de lectura y Riqui al baño, a “hacer un río”, le susurró riendo. A Pedro le encantaba ese chaval, se sentía muy a gusto charlando con él y ya envidiaba un poquito más si cabe a su despampanante novia. Había dudado mucho en que tipo cuento de los que escribía pasarle para traducir, pero finalmente se había decidido por uno de ciencia ficción, de ocho páginas, donde un astronauta tras ser engullido por un agujero de gusano llega a un universo paralelo y es detenido por un miembro de una raza alienígena de un solo género del que acaba enamorándose, abandonando la idea de regresar a la Tierra. Era un cuento extraño pero había disfrutado mucho escribiéndolo, sobre todo la parte de la tórrida relación sexual mantenida entre los protagonistas interespecies. Durante esa mañana también intercalaron algunas miradas, siempre sonriéndose ambos. Durante toda la semana Pedro se machacó obsesivamente pensando en que igual se había equivocado pasándole ese cuento. Haría ...
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