1. Miriam


    Fecha: 06/02/2021, Categorías: Lesbianas Autor: Nachoviramar, Fuente: CuentoRelatos

    Estaba tirada en la cama con Sergio, metiéndonos mano y ligeros de ropa. Parecía que se avecinaba un buen polvo, sin embargo, me sorprendió con unos planes distintos.
    
    —El otro día te di unos azotes y te gustó, ¿verdad? –me preguntó.
    
    —“Me gustó” es quedarse corto –respondí-. Aunque aún me duele el culo.
    
    Hasta aquel momento solo había explorado la sumisión y el masoquismo de una forma suave, pero pronto me introduciría más profundamente en él.
    
    —Tienes una piel muy sensible. –Me agarró del culo y me atrajo hacia él para besarme-. Muy, muy sensible.
    
    Recorrió mi labio inferior con el pulgar mientras se inclinaba para besar mis pechos. Se llevó un pezón a los labios y tiró de él con los dientes.
    
    —¡Ah! –resoplé.
    
    —¿Te duele?
    
    —Sí.
    
    —¿Te gusta?
    
    —Sí.
    
    Entonces me agarró los dos pezones entre el índice y el pulgar y empezó a apretármelos y a tirar de ellos, y luego hasta a retorcérmelos. Me mordí el labio para evitar gemir de dolor, aunque no tardaron en ponerse duros. Y me dijo:
    
    —Tengo algo nuevo.
    
    Sacó del cajón de su mesita unas pequeñas pinzas unidas por una cadena metálica.
    
    —Son para los pezones –me dijo-. ¿Quieres probarlas?
    
    —Claro –respondí, siempre curiosa.
    
    Me acarició un pezón con mimo y acercó la primera pinza. La abrió, y nada más soltarla, apretó mi pezón con tal fuerza que yo tuve que apretar a mi vez los dientes para no gritar. Pero cuando Sergio me preguntó:
    
    —¿Quieres que la afloje?
    
    Negué con la cabeza.
    
    Todavía no ...
    ... estaba acostumbrada al dolor continuo, y aunque era intenso y agudo, me propuse aguantarlo. Además se trataba de un dolor que contenía una sensación placentera oculta.
    
    Cuando fue a ponerme la segunda pinza en mi otro pezón, ya me hacía a la idea de lo que venía. Sin embargo, cuando la soltó, noté que no me dolía tanto como la otra.
    
    —No tienen la misma presión –le dije.
    
    —¿Y qué quieres que haga? –Me preguntó- ¿Aflojo la otra o aprieto esta?
    
    —Aprieta esta.
    
    Él llevó sus dos manos a mi cara y me besó. No fue un beso largo, pero sí profundo. Luego, apretó la pinza y el sufrimiento de mi pezón se equiparó al del otro.
    
    —Como es la primera vez que las llevas, solo te las dejaré unos 10 minutos, más o menos lo que dura la primera parte de la sonata “Pathetique” de Beethoven –me dijo—. Si antes de que transcurran quieres quitártelas, dímelo, no lo hagas tú misma. Esta noche disfrutaré de ti de muchas formas, pero antes... ¿tocarías esa pieza para mí?
    
    Me extrañó que me pidiera eso en aquel momento, pero accedí, aunque no sabía hasta que punto podría hacer una interpretación decente en aquel momento. Me senté frente al piano prácticamente desnuda, apenas con unas braguitas y las pinzas cuya cadena tintineó al chocar contra la tapa del piano, sintiendo la tela fría de la banqueta contra mis muslos.
    
    Nada más posar los dedos sobre las pulidas teclas, Sergio me dijo:
    
    —Por cada nota que falles, recibirás 10 azotes.
    
    En condiciones normales fallaría una o dos notas de ...
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