1. Miriam


    Fecha: 06/02/2021, Categorías: Lesbianas Autor: Nachoviramar, Fuente: CuentoRelatos

    ... primero una pinza y luego la otra. Me llevé instintivamente las manos a ellos, pero eso no evitó que una nueva oleada de dolor apareciera, a medida que la sangre volvía a ellos. Con todo, resultaba un alivio haberme librado por fin de las pinzas y haber pasado la prueba del piano de forma aceptable. Sergio se agachó y me besó y lamió los pezones con ternura, y el dolor, aunque lentamente, fue remitiendo. Luego posó sus pulgares sobre ellos y me los masajeó con sumo cuidado mientras me decía que lo había hecho muy bien, que era muy buena, y yo me sentí orgullosa.
    
    —Pero esto no ha hecho más que empezar –me dijo también—. Apenas has sentido una mínima parte del dolor que vas a sentir a continuación. ¿Vas a ser fuerte por mí, Miriam?
    
    —Sí –le dije sin dudar.
    
    —No voy a azotarte el culo. Voy a azotarte el coño—. Esto era nuevo para mí, pero me gustó la idea—. Y no será con la mano como la última vez, sino con una fusta.
    
    Esta idea también me resultó excitante, pero a la vez me intimidó. Nunca había probado la fusta, y 60 azotes –por los 6 fallos cometidos— me parecían muchos para empezar. Con todo, me dispuse a aguantar estoicamente como una buena sumisa. Obviamente, él pararía si yo llegaba a pedírselo, aunque ...
    ... no quería que se diera el caso.
    
    —De acuerdo –aprobé.
    
    Me quitó las braguitas para dejarme ya totalmente desnuda, llevó dos dedos a mi entrepierna para comprobar lo húmeda que me había puesto y me los hizo lamer. Me noté salada, ácida, densa. Me llevó de vuelta a la cama.
    
    —Ahora te ataré, zorra –no me llamaba a menudo así, pero cuando lo hizo solo consiguió que me mojara aún más. Sabía que me iba a tratar como a tal—. Si no lo hiciera, al primer azote cerrarías las piernas instintivamente. Y te quiero bien expuesta para mí.
    
    Y eso hizo. Me tumbé en la cama, me hizo abrir los brazos y las piernas en forma de X, y me ató de forma que quedé con los brazos estirados y las piernas flexionadas pero bien separadas. En esta posición, le dejaba acceso y una visión perfecta de mi coño brillante por el flujo que manaba de él.
    
    No dijo que yo podía pararlo cuando quisiera porque no era necesario. En vez de eso, dijo:
    
    —Quiero que sufras, Miriam. Quiero que cuando te dé el último azote, tus ojos no estén menos húmedos que tu coño.
    
    Y solo con decir eso, un subidón de adrenalina hizo que me hirviera la sangre a la vez que mi coño se humedecía todavía más, y supe que me iba a causar mucho dolor. Un dolor delicioso. 
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