Roxana, violada por un conocido
Fecha: 14/02/2021,
Categorías:
Humorísticos
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... de otro, a ella la sentí muy bien, y cada vez que debía moverme, porque alguien se preparaba para bajar, aprovechaba para frotarme aún más con ella. Roxana seguía indiferente, mirando por la ventanilla, como buscando algo con qué entretenerse. Era imposible que diferencie aquel toqueteo premeditado, del contacto obligatorio que teníamos todos. Es más, su indiferencia, me animó, y ya no conforme con sentirla con la pierna, cada tanto metía mi mano en el bolsillo, para agarrar mi celular, y al estar tan pegados, aprovechaba para deslizar las yemas de mis dedos, dentro de mi bolcillo, y sentir, ahora sí, con mi mano, el culo de Roxana. Era hermoso. No podía hacer abuso de la situación, pero la recorría unos milímetros, y sentía su forma, y su firmeza. No lo pude evitar. Se me paró la pija.
En Morón entró más gente. No quise perderla de vista así que me pegué aún más a ella. Fui muy torpe, porque no consideré que los empujones me harían cambiar de posición, y de hecho, eso fue lo que pasó. Tuve que girar un poco a la izquierda y ahora, en lugar de tocarla con mi pierna, era mi pija la que hacía contacto con sus nalgas. Era imposible que no notara mi erección. Yo sé que ante situaciones como esa, las mujeres suelen reaccionar de dos maneras: algunas hacen un escándalo, exponiendo al tipo que las manoseó o apoyó. Otras, en cambio, soportan la humillación, y por vergüenza no dicen nada, sino que esperan a que aquella situación termine. También existe un tercer grupo ...
... minoritario, que son las mujeres que simplemente no le importan este tipo de cosas, y un cuarto grupo que incluso lo disfrutan. Yo deseaba con temor, a que Roxana perteneciera a uno de estos dos últimos grupos. Todavía la apretaba con mi pija. Era imposible moverme, por lo que simplemente me relajé y disfruté de la situación. Hacía fuerza hacia adelante, apretando justo entre el medio de sus nalgas, casi sentía penetrarla. Roxana giró cuarenta y cinco grados la cabeza. Se había puesto colorada, tenía cara de enojo e incomodidad. Yo empalidecí. ¿A qué grupo de mujeres pertenecía? A los dos últimos seguro que no. ¿Entonces, qué haría? ¿se daría vuelta a darme un cachetazo, y a acusarme delante de todos, o sentiría más vergüenza que enojo y no diría nada? Pasaron segundos eternos y su silencio me inclinó por lo segundo. Aun así esperé expectante, con mi miembro todavía duro, y todavía invadiendo su cuerpo.
No dijo nada. Pero empujó hacia adelante como queriendo librarse de mí. Una actitud en vano, porque no podía ir a ninguna parte. Entonces, ya más envalentonado, le pellizqué el culo sin miramientos. De nuevo giró levemente la cabeza. La mirada de enojo me decía que pare, a lo que respondí metiendo mano nuevamente, esta vez con la palma de la mano bien abierta, abarcando lo más que podía ese culo grande, apretándolo, deslizando mis dedos hacia la zanja, escarbando a través de su pantalón, como queriendo agujerear justo ahí donde estaba el ano, en fin, violándola con la mano. Era una ...