1. Un romance extraño


    Fecha: 23/02/2021, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... último más segundo que minuto, se agarró a un cliente que salía en ese momento del “antro”, yendo a dar entre sus brazos, no tan amorosos, por cierto, que de escuchar fueron las “flores” que dedicó al Celes, por su torpeza.
    
    Un tanto más habituados a la más negrura que penumbra que en aquél interior reinaba, pudiendo ya, cuando menos, distinguir bultos, y lo de distinguir en según qué casos no es más que un decir, la pareja de semi “alumbrados” se fue haciendo al trajín allí reinante, logrando, incluso, abrirse camino hasta la barra. Al instante, se les acercó una “nena” la mar de aparente, enfundada en un vestido rojo, algo más que ceñido, con una pechera que era un auténtico primor, pues enseñaba, en un sí es, no es, todo el centro de su cuerpecito más que serrano, pues se adivinaban unas femeninas gracias, estas, más bien, interiores, vamos, que habitualmente no están a la vista, de lo más deliciosas; la cosa estaba en que el vestidito de marras, que por la espalda debía presentar un escote de tente y no te menees de escandaloso, se le venía al frente en un ramo de tela ascendente hasta, más menos, el centro de ambos senos, para, desde allí, caer en vertical, como quien dice, hasta bien podría decirse que a la altura del ombligo, cubriendo ese centro, un palmo cuando menos y. más bien, desnudito, un como enrejado de cintas rojas, del mismo material sedoso o símil-seda, que constituía el vestidito, dispuestas al modo de cordones de zapatos o zapatillas, de arriba ...
    ... abajo, desde lo alto de los senos hasta la cintura, a la altura, como se dice, del ombligo, diciéndoles.
    
    —¿Qué tomáis, simpáticos muchachotes?
    
    —Yo, un whisky, y usted, lo de siempre, ¿no?; tónica ¿verdad?
    
    Y el “Celes”, medio volviéndose hacia la barra, pues había quedado, al llegar a ella, de espaldas a la misma, oteando aquél interior, asintió en lo venturado por su compañero de francachela, devolviendo su atención a la concurrencia que, más, menos, llenaba el local, en tanto la nena, como si una fuerza insuperable la hubiera empujado, se hizo para atrás, saliendo del reducido espacio iluminado al que segundos antes se asomara.
    
    —Muy interesante esto, con este aire tan especial… ¿Cómo dijo que se decía?... Ah sicodélico
    
    Comentaba el “Celes” a su amigo, en tanto la nena se echaba aún más para atrás, hasta unirse a una compañera que, tras de ella, hacia su izquierda, se encontraba junto a la caja registradora
    
    —Mira a quién se le ha ocurrido meterse aquí; precisamente, aquí… ¡Malhaya sea mi suerte!
    
    —¡Anda! ¡El paleto!
    
    —No le llames así, joder, Lola. Yo me largo de aquí ahora mismo; dile a la Charo que venga a atender aquí… Y tú, lárgate también cuanto antes… ¡Que no nos vea, Dios mío; que no nos vea aquí!
    
    Sí, eran la Raquel y su “tía”, la Lola, que “trabajaban” en tal “putiferio”, y la mala suerte quiso que el “Celes” tomara una de esas carteritas de cerillas, de propaganda del local y que, casualmente, arribaran por allí. La Raquel, efectivamente, iba a ...
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