1. Historia en el colectivo


    Fecha: 10/03/2021, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... manzana adornada por un artístico tribal de rosas que resaltaba sus blancas caderas.
    
    Entonces con mi poronga mas tiesa que un mástil empecé a penetrarla analmente, su cara se tiño de rojo mientras se mordía el labio inferior hasta que llegué a la mitad..
    
    -¡HAY!... ¡ahí nomás por favor!- me dijo suplicante
    
    Yo bombeé lentamente mientras a ella se le escapaba una lagrima, de a poco mis penetradas iban profundizando más, metí mi mano por debajo de su remera y la sujeté de los pechos, justo en ese momento el colectivo agarró otro bache en la ruta por lo que perdimos el equilibrio y al caer hacia atrás me golpeé muy feo el codo en el lavamanos, cuando quedamos sentados le enterré completamente la poronga, ella pegó un gemido de placer… o dolor y empezó a saltar pegándome nalgazos continuamente, yo llevé mi mano a su chorreante matriz y me hice el ginecólogo nuevamente, le introducía tres dedos mientras ella saltaba cada vez más rápido hasta que en un gemido me llenó la mano de jugos por lo que ya no di mas y le llené el orto con 5 espasmos prostáticos que la rellenaron de leche calentita, ella no paró de moverse:
    
    -siiiiiiiiiii, tu semen caliente me abraza el culo, ahhhhhh- y volvió a correrse en mi inagotable mano.
    
    (Nunca olvidaré el logo de "Patricio Rey" que ...
    ... llevaba la remera en la espalda) Ella se recostó y sentí el gotear de nuestros jugos combinados en el piso de ese pequeño baño, ella se dio vuelta y nos besamos un poco más. Lentamente se desensartó y guardando mi aguerrido miembro en mi encastrado calzoncillo me retiré.
    
    Cuando salí, vi que todos seguían durmiendo (supongo que algunos se hacían los dormidos pero yo se que no podrían haber escuchado mucho por el ruido del motor), el copiloto del micro sacó la cabeza por un costado y me sonrió levantando su pulgar, yo también le sonreí y subí al 18.
    
    Una vez allí, me sobé un poco el codo, en 5 minutos volvió a subir, me daba gracia verla caminar de manera tan extraña. Se acostó a la par mía y se durmió.
    
    Al otro día cuando me despertaron para ir al micro que me llevaría a Liniers ella ya no estaba, miré por la ventana y estaba en el colectivo que iba a "Caballito" mirándome desde su ventana, me regaló un guiño y una sonrisa mientras el colectivo se alejaba, yo bajé con mi mochila a esperar que me dieran mis bolsos. Cuando ya estuve en el que iba a Liniers abrí mi mochila para sacar galletas y me encontré con su tanga, junto a ella había un papel con un mail y su nombre anotado. Esa era una experiencia que nunca iba a olvidar mi me rogaba repetir en el camino de vuelta. 
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