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Luis, Jacobo y un verano 26 Eduardo enculado
Fecha: 07/05/2021, Categorías: Gays Autor: Alvaro-L-de-H, Fuente: SexoSinTabues
Estábamos terminando de colocar nuestras cosas y ponernos el bañador para bajar a la piscina, que ya estaba funcionando, y darnos un baño antes de comer cuando llegó María. -El señor quiere que bajes a la biblioteca, te espera allí. –miré intrigado a Jacobo y este se encogió de hombros como si no fuera con él. Bajé detrás de María realmente intrigado, en bañador y con una toalla en la mano, me abrió la puerta y sin esperar se marchó. Aunque la mañana ya estaba terminando y el sol en pleno apogeo, los cortinones de las ventanas no permitían que entrara mucha luz. El abuelo estaba como casi siempre, sentado en su butaca de orejas. Sentí que volvía a mi niñez, cuando algunos días en el invierno frío jugábamos Jacobo, Bruno y yo sobre la alfombra a sus pies, él aparentando leer pero vigilante para que no nos acercáramos a la enorme chimenea donde podíamos permanecer de pie. -Cierra la puerta y acércate. –su bastón descansaba sobre la mesa auxiliar, el de la bola de madera, no había vuelto a ver el de la empuñadura de plata, el del lebrel destructor. Abrió sus piernas para que entrara entre ellas, elevo su mano para acariciar mi mejilla y la deslizó hasta mi ceja, apretó y vi como su cara se contraía. -Pude haberte matado, tu abuela ha solicitado cita para que te miren en el hospital, quiero saber si esto está bien. –apoyé mi culo sobre su pierna y me abracé a su cuello. -Estoy bien abuelo, no me duele nada, mira, no se nota ni se ve. -Es igual, quiero estar seguro y que te saquen ...
... una placa, que me lo confirmen. –volvía a ser él y dar órdenes, el viejo general, no lo dejaría de ser nunca. -Ahora, atiéndeme. No vayas a llorar. Hemos tenido que sacrificar a Laila, tu yegua, se rompió una pata que el veterinario no podía curar. –no lloré pero sentí tristeza y lástima de no volver a verla. -He adquirido una nueva para ti, te va a gustar, es más joven y nerviosa pero tú ya no eres un niño. Julio la ha montado y dice que podrás con ella. –o sea que Julio ya lo sabía desde las vacaciones de Semana Santa, y había aguantado sin decirlo para que fuera el abuelo el que me diera la mala noticia. Supuso no obstante una alegría el cambio experimentado por el abuelo hacia Julio, había confiado en él la seguridad de su nieto. -Gracias abuelo, pero lo siento por Laila. –no había más que hablar, cuando el abuelo acariciaba mi cuello era la señal de que había terminado. Delante de él no lloré pero se me escaparon las lágrimas camino de la piscina donde ya jugaban Bruno y Jacobo. Me tiré de cabeza para que no me vieran llorar ni señales de mis lágrimas. -¿Para qué te quería el abuelo? -fue Bruno el que preguntó y les dije lo del hospital y lo de Laila, a ellos les importó menos, no era su yegua la que había muerto. Después de comer Julio se reunió con nosotros, tuvimos que adecentar nuestra casita del árbol, aunque nos estábamos haciendo grandes y era cada vez más complicado moverse, pero nos servía para hablar, hacer bromas, fumar nuestro cigarrito, por cierto a ninguno ...