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Desvirgando a la hermana del cura
Fecha: 22/05/2021, Categorías: Anal Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
... pregunta con mala fe es: ¿Qué tenía muy grande Rasputín? -No sé quien era Rasputín. -¡¿Pero tú dónde has estado metida?! -En un convento. Hasta hace un mes y algo era monja. ¿Quién era Rasputín? -Un monje ruso. -¿Y qué tenía muy grande? -La verga, la tenía más gorda que la de un caballo. Se levantó y me dijo: -Al sentarme ya me olía que el juego iba a derivar en algo así... Pasar de la poesía a la grosería. ¡¿Habrase visto semejante desfachatez?! La cagara. Sólo le pude decir: -Antes de irte, dime: ¿Cómo diste conmigo para devolverme el pañuelo? Ya estaba entre el maíz, cuando me respondió: -Acostumbro a vigilar la huerta. Hay mucho chorizo y las espigas tienen ahora el maíz de leche. Ya la había cagado, así que la seguí cagando. -Yo tengo un chorizo ríquísimo y mira por donde que también tiene leche. ¿Quieres probarlo? Me respondió con cara de enfadada. -¡Lo qué vas es a comulgar sin ir a misa! -Pensé que las hostias las daba tu hermano. Se calmó. -Vas a arder en el infierno como no cambies. -Arder te hacía arder yo a ti. -En mis cuarenta y cuatro años de vida no me había encontrado con alguien tan atrevido. -Si estviste en un convento... -También es verdad. Allí no había hombre que pudiesen seducirme. Se paró delante de un pie de maíz. Le arrancó la espiga, que estaba picoteada, y le dijo al espantapájaros que tenía al lado: -En tu cara. Se comieron el maíz los pájaros delante de ti. ¡Vaya ...
... espantapájaros estás hecho! Seguí dándole conversación. -Me recuerdas a Dorothy, la del Mago de Oz. Le quitó las hojas que le quedaban a la espiga y empezó a comer el máiz lechoso. Me dijo: -¿Lo dice el hombre de hojalata o el león? -Lo digo yo. ¿Te gusta la leche, Lola? La mía... -¡Y dale! No sabes más que faltar. Al no haberse ido me dio esperanzas de poder mojar con ella. -No te falto. Parece mentira que los hombres de este pueblo estén tan ciegos y no vean lo que tienes. Usaba mis dotes de seductor y ella parecía que se quería dejar seducir. Colocándole bien el sombrero al espantapájaros, lamiendo la leche del maíz y comiendo los granos, me preguntó: -¿Qué es lo que tengo que debían ver, demonio? -Belleza. Sensualidad. Tu figura sin un gramo de carne de más... Estaba equivocado. No era de las que le gustaba que la adulasen, o eso me dio a entender. -¡¿Te piensas que no me miro al espejo?! No soy sensual. Nunca lo fui, ni de jovencita ni ahora. -La belleza y la sensualidad están en los ojos que miran y yo te veo bella y sensual. Yéndose, dijo. -¡Me voy, me voy que esto no puede acabar bien! Lola echó a andar entre el maíz. -¿Tienes miedo a acabar entre mis brazos? Por mirar para atrás metió un pie en un hoyo que había en el maizal y torció el tobillo del pie izquierdo. -¡Aaaaaaay! Rompí el tobillo. Se sentó en la hierba. Fui a su lado, y le dije: -Seguro que sólo torciste el pie. Me arrodillé. Le quité la chancla y ...