1. Alberto


    Fecha: 06/06/2021, Categorías: Infidelidad Autor: nexdelca, Fuente: CuentoRelatos

    Podía considerarme afortunado teniendo en cuenta la difícil situación general que había en esa época. La crisis había creado una recesión económica histórica y muchos no tenían trabajo. Sin embargo, mi profesión de topógrafo me había dado la posibilidad de tener siempre alguna cosa que hacer, puesto que el gobierno intentaba reactivar la economía mediante obras de construcción. Obtuve entonces unos contratos temporales para realizar unos levantamientos rurales alejados de la ciudad en donde vivía.
    
    Mi novia Marta me había comentado en varias ocasiones de lo complicado que se había puesto la situación para Milena, su hermana mayor con dos hijos chiquitos desde que su marido Alberto estaba cesante, haciendo cualquier maraña por allí o por allá para sobrevivir. Así que siempre me insistía en que ayudara a Alberto si había la posibilidad. La verdad, no era que tuviera una relación de confianza con él, pero me resultaba un buen tipo. Era callado, tranquilo y disciplinado.
    
    Previendo entonces las cosas, lo entrené durante un par de días como cadenero de topografía realizando unos trabajos de práctica en el barrio. Aunque era un poco lento, aprendía rápido y cometía pocos errores. En realidad, a pesar de estar vinculados por familia, Alberto y yo no habíamos forjado una relación de amistad. Él, dedicado a padre de familia y con un trabajo de oficina tan agobiante como el que tenía, y yo soltero, apenas con unos cuantos meses de novio con Marta, no había dado mucha oportunidad ...
    ... de conocernos más allá de un saludo ocasional o de una reunión familiar muy esporádica.
    
    Partimos entonces a un largo viaje de seis horas en autobús a través de la difícil geografía montañosa del país hasta llegar a Tresaguas, el primero de cuatro municipios en los que había que trabajar. Debíamos quedarnos en hostales, moteles, hoteluchos, casas de pueblos donde arrendaran por noche un cuartito o en el peor de los casos, acampar bajo una carpa plástica básica con los elementos básicos que siempre cargaba conmigo. Así ahorrábamos dinero en esa crisis.
    
    En Tresaguas, casi al anochecer, encontramos un hostal rustico, pero limpio, de esos de camioneros, en donde había una estación de gasolina y una tienda mal surtida. Alberto no estaba acostumbrado a eso, pero no se quejaba. Se adaptaba bien a esas cosas, pese a su perfil de hombre de oficina. Alquilamos un cuartito estrecho con una cama camarote que daba hacia un parqueadero mal asfaltado. La ventana era un rectángulo de persianas que se extendía a lo largo de toda la pared de fachada, cuya base estaba a la altura de la cabeza de una persona de estatura promedio. No permitía entonces mirar hacia el exterior, a menos que uno se subiera en un banco o se montara en la litera superior del camarote. Pero sí permitía que la brisa fresca del mar no tan lejano penetrara y aireara. Había una cómoda con cuatro gavetas y una repisa metálica sobre la pared que dividía la alcoba del baño iluminado por unas claraboyas en forma de estrella ...
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