De cómo me convirtieron en una putita (3)
Fecha: 10/06/2021,
Categorías:
Hetero
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... hecho cualquier cosa con tal de que después me permitieran masturbarme. Me acerqué a los recipientes y primero traté de tomar un poco de agua como los perros, con la lengua. Me resultó difícil al principio, pero pude lograrlo y eso me puso contento. Estaba siendo un buen perro. Comer fue más fácil, solamente tenía que hundir el hocico en el recipiente e ir tomando los galletas, que no eran grande.
Mientras tanto escuchaba los comentarios de mi dueño y del señor Álvaro y lo que decían me excitaba todavía más: -Qué buen perro tiene, Natalio, véalo que bien come. Créame que lo envidio.
-Bueno, doctor, pero lo comparto con usted.
-Y se lo agradezco no se imagina cuánto, amigo, pero ¿quiere que le diga una cosa? Me parece que no deberíamos considerarlo un perro sino una perra, vea las formas que tiene, vea esas nalgas, esas caderas, esas piernas.
-Tiene razón, doctor, es como una nena, es perra entonces.
Claro que sí, los dos tenían razón. Yo a esa altura y escuchándolos me sentía una perra, una perra algo especial porque tenía pene, pero una perra al fin.
Por fin terminé con el agua y las galletas y quedé esperando órdenes mientras mi pene estaba bien duro y erecto.
Don Natalio se inclinó hacia los cuencos y rió complacido al verlos vacíos.
-¡Vea, Álvaro! ¡Vea que bien se portó la perrita! ¡no dejó nada!
Ahí fue cuando me atreví y le dije: -Don Natalio estoy… estoy muy… muy excitado… ¿Puedo… puedo masturbarme? –y el señor Álvaro intercedió por mí: ...
... -Se lo merece, amigo, autorícelo.
-Claro que se lo merece, doctor. –concedió mi dueño y tomó el extremo de la cadena de mi collar. –Vamos, perrita, vamos al baño. –y hacia allá fuimos, yo en cuatro patas y ellos detrás de mí.
Una vez en el baño don Natalio hizo que me sentara en el inodoro: -bueno, masturbate, perrita. –dijo y yo sentí vergüenza de tener que hacerlo delante de ellos, pero era tan grande mi calentura que me masturbé sintiéndome arder entero.
Minutos después el doctor Álvaro se despidió con la promesa de mi dueño de repetir la sesión en los próximos días.
Cuando quedamos solos don Natalio me quitó el collar y me ordenó que me vistiera: -Bueno, perrita, sabés cómo son las cosas, ¿cierto?
-Soy suyo, don Natalio… usted haga lo que quiera… -atiné a decir.
-Sí, sos mi mascota, mi perrita. –confirmó él y me llevó hacia la puerta, donde me despidió con una palmada en el culo.
Era ya de noche y de pronto, en camino a mi casa, vi a doña Lola, una vecina, que venía hacia mí.
-Buenas noches… -la saludé y ella me cerró el paso.
-¿Qué hacías en lo de don Natalio?
La pregunta me puso muy nervioso y empecé a tartamudear tratando de encontrar una respuesta.
-¿Querés que te diga yo lo que hacías? ¿querés que le cuente a tus papis que lo visitás a ese viejo? ¿Creés que no me doy cuenta de que sos un putito?
-Por favor, doña Lola… -supliqué desesperado, al borde del llanto.
-Vamos a mi casa, caminá… ¡Vamos, movete! –exigió la vieja con tono ...