1. La tía Hilda


    Fecha: 10/11/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Alberto S. Juar, Fuente: CuentoRelatos

    Esto me paso en unas vacaciones en casa de mis abuelos, mi padre tiene 6 hermanos, dos mayores y cuatro menores de los cuales Hilda fue, según mi abuelo “un tiro fuera de salva”, o sea en buen criollo, no esperada.
    
    Hilda era la hermana menor de mi papa y el viejo le llevaba como diez años o sea que cuando yo nací, ella era una pendejita de ocho y hoy una mujer de 30, profesional reconocida, seria y discreta. De facciones regulares y un cuerpo normal, no era lo que se pudiera llamar una belleza, pero tenía ese “no sé qué” que hacía que te la quisiera voltear en cualquier rincón.
    
    Siempre vestida con trajecitoChanel, muy poco maquillaje, que por otra parte no le hacía falta, no se le conocían novios ni historias raras y todos murmuraban que debían gustarle las mujeres.
    
    Cuando yo era chico, más de una vez me bañó y para mí era la tía preferida y la más compinche dado que la diferencia de edad con respecto a mis otros tíos la hacía más cercana.
    
    Un buen día, estando en casa de mis abuelos duchándome, entra la tía Hilda al baño sin percatarse que estaba ocupado y cuando entro y se dio cuenta que yo estaba en la ducha dijo:
    
    -Oh! Discúlpame Damián, no me di cuenta…
    
    Yo estaba como un tomate, tratando de taparme como pudiera. Me miró de arriba abajo, se dio media vuelta y salió.
    
    Unos días después salimos todos para la playa (los abuelos son marplatenses) y ya en la playa la tía Hilda se destapó con un bikini espectacular, no solo por el tamaño minúsculo, sino ...
    ... porque insinuaba casi todo. Me puse al palo y me tuve que medio esconder para que no se notara. Cuando nos metimos al mar, había mucha rompiente, y como era de esperarse, una ola le corrió el corpiño, dejando a la vista una teta con un pezón parado, marrón y duro y una aureola enorme. Ahí no me pude esconder, y después de acomodarse el corpiño con todo desparpajo, la tía me suelta un:
    
    —¡Cómo andamos, Damián!
    
    Me di vuelta y me zambullí, nadando para alejarme. Cuando volví con todos, ya se me había pasado el palo y la tía, de reojo, me miraba a ver si seguía duro o no. Traté de no darle bola y me dediqué a hacer sociales sin pensar mayormente en ella.
    
    A media semana, me invita al cine y como no había nada mejor para hacer, acepto la invitación.
    
    Al salir, nos sentamos a tomar un café en el patio de comidas, cuando pasa una mina infartante, vestida para matar.
    
    —Pedazo de yegua —me dice mi tía.
    
    —Pero las uvas están verdes —le contesto.
    
    —¿Por qué? ¿No te le atreves?
    
    —No me daría bola, tía…
    
    —Deja que se imagine lo que me imagine yo y después hablamos…
    
    —Pero tía, como se te ocurre…
    
    —¿Sabes que pasa Damián?
    
    —No, ¿Qué pasa?
    
    —Que creciste y yo recién me doy cuenta que no sos un nene…
    
    —¿Y eso a que viene?
    
    —A que una no es de madera…
    
    —No te entiendo…
    
    —Sí que me entendés, pero te haces el boludo…
    
    —Pero tía….
    
    —Damián, vamos a ser claros, ¿sí?
    
    —Sigo sin entender…
    
    —Esto es entre vos y yo, ¿estamos?
    
    ……
    
    —Yo no tengo obligación ...
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