La reeducación de Areana (3)
Fecha: 19/07/2021,
Categorías:
Masturbación
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
Soltó una puteada, se sentó y cuando sus ojos fueron acostumbrándose a la penumbra se dio cuenta de que estaba en una especie de pequeñísima casita con techo a dos aguas y había una manta en el piso. Se dio cuenta también de que estaba desnuda y de inmediato sintió el roce del collar. “¿dónde mierda estoy?”, se preguntó con asombro no exento de inquietud. Salió gateando mientras experimentaba una mezcla de miedo y curiosidad, mucho más lo primero que esto último. Vio que la casita estaba dentro de una habitación. Su miedo se acrecentaba. Se puso de pie y fue hasta la puerta, accionó el picaporte y comprobó que estaba cerrada con llave. Movió nerviosa e inútilmente el picaporte una y otra vez hasta que vio el interruptor de la luz junto a la puerta, a la derecha, y lo accionó encendiéndose entonces la lamparita que colgaba del techo. Giró sobre si misma y se llevó una mano a la boca mientras el asombro le agradaba los ojos.
-¡Una cucha! –exclamó al darse cuenta de dónde acababa de salir. Era una cucha de dimensiones adecuadas a las medidas humanas, pintada de rojo con el techo negro y frente a ella divisó la jovencita los recipientes de comida y bebida y el hueso de plástico.
-¿Dónde… dónde estoy?... ¿Qué hago acá?... ¿Qué es todo esto?
Sintió ganas de orinar y fue hasta una puerta que había al fondo de la habitación, a la izquierda. Al pasar junto a la cucha la miró sin poder salir de su asombro, un asombro al que el miedo se le había pegado como ventosa. Tal como ...
... había imaginado, la puerta correspondía a un baño, con un inodoro, la bañera, un bidet y el lavatorio sobre el cual había un vaso con un tubo de dentífrico y un cepillo de dientes que reconoció como el suyo. Colgado en la pared vio un toallón celeste y una toalla del mismo color pendía doblada en dos de un pasador adosado a la pared junto al lavatorio. Su vejiga le recordó la necesidad de orinar. Lo hizo, se limpió con papel higiénico de un rollo colocado a la diestra del inodoro y, una vez satisfecha esa necesidad física, volvió a sentir un miedo cada vez mayor, al tiempo que comenzaba a recordar lentamente, por fragmentos. Empezaba a reubicarse en tiempo y espacio. Se acordó de las horas en la escuela, la despedida de sus compañeras, las promesa entre ellas de verse en los próximos días y organizar algo. Se acordó después del reproche de su madre cuando se apareció en el living en bombacha y corpiño. Su mente recuperaba poco a poco el funcionamiento normal, y fue en ese momento que escuchó el ruido de una llave girando en la cerradura. Era Milena.
-¡¿Dónde mierda estoy?! ¡¿Quién sos vos?! ¡¿Por qué estoy desnuda y con este puto collar?! –preguntó Areana alzando la voz a manera de defensa, para ocultar su miedo.
Milena no le respondió y en cambio salvó de dos trancazos la distancia que las separaba, le cruzó la cara de una bofetada y enseguida le asestó otra tan fuerte como la primera. En el rostro de Areana se dibujaron dos expresiones en una décima de segundo: sorpresa ...