¡El semental de confianza!
Fecha: 02/08/2021,
Categorías:
Hetero
Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos
... sudado albañil.
“Mi amoooor, ¡calma!”, imploró Ana, “vamos adentro. Tengo que ir al baño”, insistió. “Me estoy haciendo popó”, le susurró al oído. Al sentir su caliente aliento y su urgencia de ir al baño, se encendió la mecha y Ramón no pudo más. Les encantaba hacer locuras. Ramón puso a Ana contra la pared, le bajó sus jeans y subió su blusa a media espalda.
“¡Mi amor! ¡Va a ocurrir un accidente, no seas desesperaaaaaado!”, exclamó Ana al tiempo que Ramón la penetró con incontenible vigor, de pié, contra la pared. Ana solo elevó sus brazos sobre su cabeza y sacó sus nalgas lo más que pudo.
“¡Ramón!, ¡Ramoncito, detente mi amor!”, imploraba la bella y juvenil señora, mientras el albañil, sin tener consideración alguna, la penetraba, haciéndola sentir una pesada incomodidad.
“¡Ay, ay, me hago mi amor!, ¡No aguanto!, ¡No puedo más!”
Ramón sacó su pene y vio que estaba cubierto a un tercio con bastante excremento de Ana. Se excitó aún más.
“¡Hasta la caca te huele rico!”, le dijo Ramón, al tiempo que lo volvía a meter por el culo de la señora, pero Ana no pudo contenerse. El gigantesco pene fue derrotado por la contrapresión. Apenas introdujo la cabeza, el excremento comenzó a salir, por un lado. Alcanzó a embarrar un poco sus bellas y blancas nalgas. El sintió lo caliente.
“¡Ah, aaaay, oooh, oh!”, gimió ella, curveó sus nalgas aún más, y comenzó a defecar sin poder contenerse ni detenerse, embarrando más el pene de su amante que no se hacía a un lado y ...
... su ropa que estaba a sus pies, sin poder parar la flatulencia causada por el imprudente Ramón, que asombrado veía a la apenada y hermosa amante evacuar sobre su ropa.
Ana se sentó sobre su ropa, levantando las rodillas, tapándose media cara.
“¡Ahhhh, ohhhh!”, gimió. “¡Ay amorcito, era lo único que me faltaba contigo, qué vergüenza!”, dijo con voz entrecortada.
Ramón fue al auto de Ana y tomó unos pocos de pañuelos desechables y se limpió el pene y el muslo, pero Ana necesitaba algo más que pañuelos desechables.
La desnudó. Puso sus jeans, sus manchados tenis y sus calzones a un lado. La ayudó a levantarse y la llevó al jardín. Tomó la manguera y esperó a que se enfriara un poco el agua y la lavó con ella.
“Toma, deténmela”, le dijo Ramón. “Voy por jabón”.
Ana tomó la manguera y empezó a mojarse. Se quitó su blusa y brassiere, deleitándose con el agua de la manguera, cuidando únicamente su pelo.
Llegó Ramón, y comenzó a enjabonarla, mientras ella lo besaba suave y discretamente en sus manos y brazos, volteando su cara para besarlo en la boca mientras él la abrazaba con el chorro de agua en medio de sus cuerpos.
Aunque empapado, Ramón se desnudó también, luego se arrodilló frente a las hermosas nalgas de la mujer y empezó a frotarlas con el jabón, tallando su culo y besándolo. Metió su dedo ligeramente, y le sacó un poco más de excremento. Llevó la manguera, le metió un poco de agua por el culo haciéndola retorcerse un poco, pero sin pedir permiso. Ana ...