Mariana, un polvo contenido durante cinco años.
Fecha: 13/11/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... vas a acabar avísame”, me dijo en un segundo y siguió lamiendo. Eso sólo sirvió para que yo decidiera acabar dentro suyo. “si, yo te aviso” le mentí. Traté de contener mi excitación para que no notara que ya estaba cerca de acabar. Le metí la pija en la boca y estallé en tres potentes chorros de semen. Le iba ser muy difícil no tragar nada de eso. Instintivamente había intentado retroceder su cara, pero se encontró con la fuerza de mi mano en su nuca, mientras yo gritaba el mejor orgasmo de mi vida..
Cuando se levantó para ir al baño, su cara estaba muy seria, y de sus labios se escapaban gotas blancas. Entró al baño a enjugarse la boca. De repente sonó su teléfono celular, que estaba dentro del pantalón tirado sobre la alfombra. Lo agarré. En la foto que aparecía en la pantalla reconocí a su marido. No pude evitar jugar un juego peligroso.
Entré al baño. Ella me miraba con reproche.
— Te dije que me avisaras antes de acabar, tarado.
El teléfono había dejado de sonar, pero ahora llamaba de nuevo.
— Es tu marido. — le dije, y sin esperar respuesta, deslicé el botón verde y se lo di para que atendiera. Ella me miró enojadísima, pero al no saber qué hacer, se llevó el teléfono a la oreja y atendió.
— Hola. —saludó, y yo comencé a manosearle el culo desnudo, era suave, perfecto. — todavía estoy en la entrevista amor. —me agaché y empecé a besarle las nalgas. Primero picos delicados, uno en cada punto de esa redondez exquisita. — me fue bien mi amor, pero ...
... estamos arreglando el tema de los horarios. —explicaba Mariana, mientras giraba y se ponía contra la pared para que deje de molestarla. —después hablamos. — pero el marido seguía preguntando. Yo la agarré de la cintura y la hice girar. Ella accedió, quizá por miedo a que algún ruido brusco alertara al marido de que estaba pasando algo raro. Ahora empecé a lamerle el culo. —después pedimos algo para comer, chau. — por fin pudo cortar.
— Sos un tarado. — dijo, pero yo ya estaba demasiado caliente como para prestar atención en esas cosas. La agarré de la mano y la llevé de nuevo al escritorio. Ella, resignada, me siguió.
— Apóyate ahí. — ordené. — abrí un pocos las piernas. —Esta vez el que se arrodilló sobre el almohadón fui yo. La agarré del culo con ambas manos y comencé a chuparlo, mordisquearlo, y a lamer su ano con brusquedad. Enterré mi indicé en su ano, luego fueron dos adentro, y cuando estuve seguro de que lo soportaría, le metí mi pija lubricada todavía con su saliva. Ella no se molestó en pedirme que use forro, quizá porque sabía que iba ser en vano. El glande penetró despacio, hasta que se hizo lugar, entonces empecé con el mete y saca, solo enterrando unos centímetros. Ella gemía de dolor y placer. Lo soportaba bastante bien, así que le metí casi la mitad de la pija.
— Así, despacito. —decía entre gemido y gemido.
— Si bebé. La meto un poco más eh. — y el choto avanzaba lento, pero seguro en su interior. Fue un trabajo arduo pero fascinante. Después de muchas ...