1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... Finalmente, el rechazo y la mofa habían sido compañeros de mi vida siempre y qué más daba una sorna más u otro rechazo que se acumularía en la inmensa lista de mi pantomímica vida romántica. 
       
       Apenas alcancé el último tren de regreso a mi casa y el ajetreo de aquel suburbano me ayudó a menear las ideas que rebotaban en mi cabeza. Me di un baño al llegar, lo cual no fue la mejor de las ocurrencias, pues contemplar crudamente la pequeñez que se asomaba sobre mi pelvis sólo me regresó las ganas de vomitar. En una de las escenas de la sangrienta película que no terminé de ver, un nipón extremadamente activo en materia sexual pierde el pene mutilándoselo como ofrenda máxima del clímax al que llega en el orgasmo. No sé qué pasó después, porque esa fue la gota que derramó el vaso y me hizo escabullirme por los pasillos de la muy ornamental sala cinematográfica; no obstante, me hizo meditar una idea loca que me visita de vez en vez desde entonces: ¿Y sí me hiciera la Jarocha? No tener pene no es lo mismo que tener uno minúsculo; ante la carencia total de virilidad podría causar conmiseración, asombro y hasta asco, pero todo eso sería mejor que la burla hiriente que siempre he despertado hasta en desconocidos. Dejé de visitar baños de vapor y saunas, por las contenciones de risa y hasta las abiertas carcajadas que despierta mi mini "amigo". Pero no... nunca he tenido el valor de cortármelo, la palabra "eunuco" me produce depresión.
    
       A las diez de la mañana el sol que ...
    ... entra por los ventanales de la redacción dificulta la visualización de la pantalla de la computadora; por eso, nunca llego sino hasta después del mediodía, gracias a no tener horario y apegarme a esa libertad que tenemos la mayoría de los reporteros. A pesar de ello, el reloj de pared marcaba las 9:57 de una soleada mañana y yo descansaba en la silla de mi lugar de trabajo; mi único compañero era un vaso de unicel lleno de un café demasiado caliente para beberlo, y eso que lo había comprado hace ya más de veinte minutos con la señora de la esquina que también vendía pan dulce y tamales. Mientras cavilaba por qué sirven el café tan caliente en algunas partes, los tacones inconfundibles de mi nalgona comenzaron a sonar en la duela de la recepción; el eco que habitaba en aquel viejo edificio de la colonia Del Valle desempeñaba la función de avisar la aproximación de alguien que llegaba y esos tacones los había escuchado las veces suficientes como para adivinarlos de entre cualquier cantidad de zapatos.
    
       Me saludó con un tierno beso en los labios, pero sin ir más allá, posiblemente desconcertada aún por mi incomprensible escape de su departamento el viernes. No hice mayor aspaviento y me limité a teclear un par de notas en la IBM; dos horas después le pregunté con fingida calma si quería que comiéramos juntos, a lo que accedió de inmediato con una sonrisa. Decidí evitar la fonda y caminar un par de cuadras más al restaurante bar en el que se hacían las celebraciones de la ...
«12...91011...38»