1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... compañía. Habría más calma para platicar y el piano que sonaba al ritmo de Clayderman seguramente encubriría mi vergonzosa confesión. Incluso, si ella se burlaba o me rechazaba abruptamente, mi amigo el piano minimizaría la divulgación de aquel fracaso.
    
       Pedí un martini, que nunca suelo tomar, y ella un vodka con jugo de naranja, que tampoco le había visto beber nunca. Se avecinaba una tarde de cosas nuevas, y vaya que sería novedad para ella. Esa noche, mi novia iría a un coctel de trabajo en un exclusivo hotel en Reforma, por lo que su atuendo era espectacular: pantalones de gasa entallados en la parte superior y acampanados en la inferior, que hacían juego perfecto con una blusa de amarre frontal y que dejaba al descubierto la cintura de aquella hermosa hembra ataviada toda de blanco, hasta los zapatos y la mascada que llevaba al cuello. Al entrar al lugar, sus turgentes nalgas hicieron voltear la cabeza a más de dos comensales; sus agresivas curvas, acompañadas del movimiento y la opresión bajo esa delgada gasa, daban como resultado la vista de un culo perfecto y, una vez más, el desparpajo de saber que cualquiera que mirara notaría que ni siquiera un hilo dental usaba bajo esa tela. Cínica, bamboleaba el bote a sabiendas de que la tela transparentaba un poco la evidente y provocativa desnudez de todo su cuerpo, pues tampoco llevaba sujetador y sólo había que acercarse por el ángulo adecuado para ver sus tetas en toda su redondez a través del escandaloso escote, ...
    ... ángulo que el mesero supo identificar muy bien y que ella, a pesar de que se percató de sus lascivas miradas, no hizo el menor intento por evitarlas y mucho menos por cubrir sus tetas, como si le satisficiera que aquel hombre se diera un banquete con sus senos y ella fuera la mesera que se lo sirve generosamente. Dos trajeados a dos mesas de la nuestra la miraban de reojo y la sabroseaban con sus comentarios que, por más que trataran de ocultar, todos podíamos adivinar, delatados por la carcajada con la que coronaban sus morbosidades.
    
       Aunque me incomodaba que varios buitres rondaran a mi novia y que ésta no se inmutara y hasta se podría asegurar que era quien los provocaba, mi concentración estaba absolutamente enfocada en mi patética confesión. Tres martinis que me supieron demasiado amargos me dieron valor; la charola que pedimos con quesos y carnes frías, que pretendía ser nuestra comida, estaba casi intacta cuando el mesero mirón se la llevó, pues tanto ella como yo sabíamos que el alimento era sólo un pretexto, no así la bebida que engrasaba la maquinaría de nuestras palabras. Cuando estaba frente a un expreso doble cortado y el cuarto martini, me decidí a hablar, pero ella se excusó yendo precisamente al excusado. Cruzó todo el restaurante para llegar al toilet de damas, meneando el trasero con coquetería y sabiendo que casi la totalidad de ojos masculinos que habían en el salón se posaban en ese par de nalgas, incluso los míos que las deseaban con una mezcla de ...
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