1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... lujuria y melancolía. Podría jurar que la muy puta le sonrió provocativamente a uno de los trajeados impertinentes, pero la perspectiva que tenía de esa escena era demasiado mala como para aseverarlo; el giro de ciento ochenta grados de la cabeza de aquel hombre sólo podía significar una de dos cosas: o había reemplazado la discreción por el cinismo al verle directamente las pompas a mi novia o la sonrisa que creí ver le envalentonó para mirárselas.
    
       Una vez más no hice aspavientos cuando estuvo de regreso, aunque el trajeado le dijo algo ininteligible cuando pasó junto a él, el mesero le sonrío con un exceso de amabilidad y hasta el capitán se apresuró a separarle la silla y, de paso, tener una maravillosa vista de ese culo inclinándose para sentarse. La coqueta sólo agradeció con sonrisas y miradas, invitando evidentemente a seguir cortejándola, admirándola y sabroseándola e ignorando olímpicamente al pendejo que venía con ella...
    
       Sus ojos de Candy Candy y su boca de pecado se abrieron de tal modo que me alarmó tanta sorpresa en ella. Sé que no todos los días alguien confiesa que tiene enanismo de genitales adornado con una impotencia natal, pero su asombro me tensó; en pocas palabras, le confesé que de hombre sólo tenía la pinta que se me adivinaba vestido, pues desnudo muchos lo dudarían. Sin embargo, su reacción aunque sorpresiva no fue de molestia o enfado; más bien se acercaba a la curiosidad y al morbo. 
    
       - ¿Cuánto mide?
       - Tres centímetros.
       - ...
    ... No friegues... ¿en serio?
    
       No hay nada más humillante que tener que repetir lo que nos avergüenza y yo lo reiteré cinco o seis veces ante la estupefacción de Paty; no obstante, yo seguía esperando que terminara la relación, ya sea agarrándose de que no se lo dije el viernes para justificar su molestia o acompañando aquella culminación del recién nacido noviazgo con un dejo de compasión y de amistad, reivindicando al decir que habíamos equivocado al tratar de profundizar en nuestra relación y que ser amigos era lo mejor para nosotros. Había escuchado eso muchas veces en los últimos años, pero no fue lo que ella manifestó esa tarde; por el contrario, parecía divertirle mi carencia de virilidad, como si le hablara de algo muy extraño pero chistoso, que hacía incontrolable su risa. Afortunadamente, el piano evitó que los trajeados y el resto de los clientes escucharan nuestra plática, no así el mesero que nos visitaba excesivamente para limpiar un cenicero vacío o un mantel impoluto, que ya había aseado varias veces. Seguro, el mesero se enteró de mi patética conversación, pero pareció interesarle más el par de tetas que mi novia le mostraba con generosidad.
    
       El colmo vino cuando me dijo que se lo enseñara. Obviamente, me negué y, además, no había dónde mostrarlo, a sólo que quisiera completar el espectáculo que ella misma había iniciado con sus turgentes formas y su vaporoso atuendo. Con una súplica coqueta me rogó que fuéramos al sanitario para que fuera testigo de lo ...
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