1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... que aseguraba, insistiendo en que todo era una broma de mi parte para amenizar la comida. Seguí negándome hasta que sin mi consentimiento la muy indiscreta le preguntó al capitán si nos permitiría entrar juntos a uno de sus baños, alegando una situación médica; el hombre asintió de inmediato y nos condujo a un sanitario privado. No me quedó más que bajarme el pantalón y los calzones, mirando fijamente la reacción de quien creía sería mi ex una vez que saliéramos de ese sitio.
    
       La carcajada no pudo ser más estrepitosa; mi micro pene apenas sobresalía de la pelvis y mis pequeñas bolitas se distinguían más por su color oscuro que por su escasa protuberancia. No pudo evitarlo y lo tocó, hincándose ante semejante vergüenza y hablándole como si fuera un bebé, mientras lo acariciaba como se mima a un Golden Retriever recién nacido; antes de levantarse, le dio un beso asquerosa e innecesariamente tierno, con lo que me hizo sentir la persona menos masculina del mundo. Sin embargo, al levantarse me besó los labios apasionadamente, casi con lujuria, mientras yo permanecía con los pantalones abajo y aquella miseria expuesta; no pude más y por primera vez en mi vida agarré sus nalgas, apretándolas con fuerza, sintiendo todo ese exceso de carne que mis manos no podían abarcar, permitiéndome el arrebato de bajar el pantalón de gasa blanca y descubrir lo que ya varios sabíamos perfectamente: no traía absolutamente nada abajo. Me excitó su descaro y le dije "eres una puta", sin ...
    ... pensar en las consecuencias; una sonrisa y una lengüeteada en los labios fueron su respuesta, como si aquel insulto fuera más bien una descripción aduladora de su condición de mujer. No hizo el menor intento de cubrir su desnudez inferior cuando tocaron a la puerta preguntando si todo estaba bien; sólo así me di cuenta de que llevábamos más de veinte minutos en ese pequeño receptáculo acondicionado como baño. La exhibicionista abrió, teniendo siquiera la precaución de asomar sólo la parte superior de su cuerpo: "En seguida salimos, señor", fue su respuesta, nos acomodamos la ropa y nos dirigimos a la mesa entre risas; había demasiado por qué reírse después de esa encerrona.
    
       Se hacía tarde para el evento al que mi todavía novia debía ir por la noche, por lo que nos despedimos rápidamente, no sin antes ofrecerme a acompañarla, aceptando su negativa para no dar pie a habladurías, pues en la oficina no se permitían las relaciones personales. Me conformé con ver alejarse esas preciosas nalgas en su acostumbrado bamboleo, regalándome una última panorámica al empinarse un poco para subir al taxi.
    
       Nuestro noviazgo siguió de la misma forma durante tres o cuatro semanas, como si mi patética condición no existiera o nunca se la hubiera confesado. Salimos al cine, a cenar, a bailar... incluso, una noche me quedé en su apartamento, pero estábamos tan ebrios después de varias charandas en un bar de especialidades mexicanas que ninguno de los dos recuerda cómo terminamos la noche. ...
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