CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO
Fecha: 09/10/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... un pie en aquel suelo terroso y empedrado para que me ignorara por completo, dada la asombrosa cantidad de familiares, conocidos y amigos que fue saludando a su paso, con un obligatorio: "Te presento a Eugenio, mi novio", justificando mi presencia a su lado, pero volviendo a los recuerdos de infancia, o a indagar la salud, escolaridad o desarrollo laboral del primo, el sobrino, el tío... Casi media hora de saludos multifamiliares retrasaron la presentación con el tío Alfonso. Su atuendo típicamente ranchero, con botas y traje de caporal, contrastaba curiosamente con sus rasgos puramente europeos, de cabello entrecano que alguna vez fue rubio y unos ojos azules acerados. No hay un parecido tácito, pero siempre me ha recordado a un actor de nombre Jorge Russek, con sus modales mandones y poca cordialidad.
Me estrechó la mano analizándome, como si fuera un caballo en venta y estuviera evaluando si convenía o no agregarlo a su cuadra. Con cierto desdén, me dio la bienvenida, aunque su expresión mostraba que no contaba con su aprobación, algo que preferí atribuir a un acendrado paternalismo, sabiendo la dificultad de que un padre acepte al novio o pretendiente, por lo que me esmeré en ser amable con él. Su hijo llegó momentos después y mi novia lo abrazó con efusividad, felicitándolo por su graduación. La falda era tan corta que, al inclinarse a abrazarlo, varios invitados, el tío y yo pudimos ver el nacimiento de sus nalgas, encima de sus piernas desnudas; los gestos de ...
... algunas mujeres mostraban una furiosa desaprobación, en tanto que los hombres buscaban no perderse el espectáculo sin comprometer las miradas ante los demás.
Luego de ese penoso momento, nos ubicamos en el sitio que nos correspondía; el inmenso jardín estaba repleto de mesas con manteles blancos largos y sillas también cubiertas por tela blanca; un cuarteto de cuerdas a quienes nadie ponía atención tocaba música de Vivaldi en una tarima, ensimismados en su ejecución como si brindaran un concierto de cámara en la Ópera de Milán. La gente seguía llegando y la mitad de los asientos seguían desocupados; otros más seguían parados por doquier con copas en las manos y conversando alegremente, en tanto que mi novia intercambiaba saludos con nuestros compañeros de mesa: un par de primos con sus esposas y una joven gorda y fea, que resultó ser la mejor amiga del festejado y que Paty no conocía.
Las horas pasaron entre más música de cámara, una comida muy extranjera que desentonaba con el carácter puramente mexicano del entorno, un mariachi que alegró de golpe los ánimos y un par de discursos pronunciados por el tío Alfonso y el graduado, que evidentemente se le dificultaba hablar en público. Cerca del ocaso, la mayoría de los invitados ya estaba a medios chiles con tanto alcohol ingerido, incluidos la nalgona y yo que entre vino, cerveza y los digestivos traíamos un cruce muy dicharachero y mareador. En determinado momento, Paty me pidió que sacara a bailar a la obesa amiga ...