CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO
Fecha: 09/10/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... estupefacta por lo atípico de los acontecimientos; le solicité que esperara a que termináramos de cenar, sugiriéndole que disfrutara de aquella cena de platillos exóticos, que también resultaban inusuales en nuestra alimentación. Accedió a conversar nimiedades, hasta que con el café llegó el gran momento...
- ¿Quieres ser mi esposa para toda la vida? -, le pregunté, al tiempo que de la bolsa del saco que colgaba de un perchero saqué el anillo de oro que confirmaba la seriedad de mi propuesta. Mi frente comenzó a sudar frío y la mano con el estuche abierto mostrando la sortija temblaba cada vez más fuerte al escuchar el estruendoso ruido del silencio que emanaba de su boca. ¡No me respondía nada! Mi boca se secaba cada vez más, pero temía que tomar la copa y beber la resaca de aquel vino fuera a cerrar la posibilidad de un "sí" que no llegaba. Mi micro pene y mi pendejez amatoria vino a mi mente como un relámpago, asumiendo las posibles razones de que aquella diáfana culona no pudiera aceptar unirse a un semi eunuco como yo.
En lugar de aceptar o rechazar mi oferta, tomó su teléfono y salió casi corriendo al baño del restaurante. Las pocas personas que nos rodeaban en el salón se dieron cuenta de la escena y me miraban con cierta lástima, como ahogando un aplauso que estaban dispuestos a aportar, para coronar el compromiso que deberíamos haber consumado, de no ser por el extraño arranque de quien aún no era mi prometida y que minutos después salió del baño con el ...
... teléfono en la oreja, hablando con mirada adusta, seguramente pidiendo consejo acerca de lo que acababa de pasar. Mientras se acercaba, rogué que ese anónimo interlocutor se convirtiera en mi cómplice a distancia y la animara a responder con una afirmación a la locura de mi propuesta. "¿Estás seguro?", alcancé a escuchar, pero no era momento para cuestionar con quién dialogaba en un instante en que debía estar decidiendo compartir su vida con el hombre que la ama o mandarlo a la chingada de una vez por todas, con todo y su anillo de catorce quilates.
- Está bien, acepto -, dijo con voz muy baja luego de colgar su Motorola, con una mirada que no correspondía con el compromiso que estaba asumiendo. Su cara se observaba tan seria, tan de velorio, que supuse que estaba aceptando cualquier otra cosa y no casarse con el hombre con quien llevaba un noviazgo de dos años. Cuestioné nuevamente, para cerciorarme, y una sonrisa, por fin, apareció en su hermoso rostro, me tomó de las manos y me aclaró: "Que acepto ser tu esposa, que sí me quiero casar contigo". El aplauso proveniente de varios comensales se dio como lo había previsto, atentos al melodrama cursi que protagonizábamos, mismo que enmelé más al levantarme para abrazarla y propinarle un beso apasionado, más de agradecimiento que de romanticismo.
Las sorpresas iban en aumento para mi recién prometida: cuando esperaba que el elevador descendiera hasta el lobby del hotel, frunció el ceño al constatar que se detenía ...