CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO
Fecha: 09/10/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... celebraría el 7 de junio en la hacienda del tío Alfonso, aquella que me puso a pensar de más luego de ver la cara del pariente entre las nalgas de la que sería mi esposa. La verdad, yo no quería que se celebrara ahí, por los malos recuerdos que me traía, a pesar de que todo había sido un malentendido, según mi novia, y por la lejanía con la ciudad donde vivía toda la gente que me importaba. Sin embargo, la insistencia de Paty y la falta de recursos económicos para alquilar un salón o alguna otra cosa acabó por convencerme. Total, uno no se casa todos los días y, si les importaba a mis familiares y amigos, ahí estarían a pesar del desplazamiento. La ceremonia por la iglesia sería en el Templo de Santo Domingo, muy cerca de la hacienda en el hermoso pueblo de San Juan del Río.
El poco tiempo que nos quedó libre lo dedicamos a todos aquellos preparativos para la boda; uno piensa que no es gran cosa, pero siempre surgen nuevos detalles, gastos y circunstancias que hacen interminable la preparación de una ceremonia como aquella. Lo único que no nos costó trabajo fue la elección del departamento donde viviríamos a partir de nuestro casorio; pensamos en un inicio en el de Lindavista, donde mi nalgona prometida habitaba, pero quedaba bastante lejos del trabajo y era demasiado pequeño para ambos, así que aceptamos la propuesta de un compañero de trabajo que dejaba su apartamento en Narvarte y que podía cedernos dicho espacio de dos amplias recámaras y piso de hermosa duela una ...
... vez que él lo abandonara. Su contrato se vencía un mes antes de la boda, pero ese tiempo nos serviría para arreglarlo a nuestro gusto, así que aceptamos el ofrecimiento y gustosos firmamos el contrato con la remilgada casera, quien miraba con evidente desaprobación la indumentaria de Paty: un ceñido jumpsuit sin nada abajo, el cual dibujaba perfectamente sus pezones y la raya de sus glúteos, lo que me hizo caer en la cuenta que lo único que había cambiado desde aquella noche de desenfreno era precisamente la vestimenta de mi prometida; si bien siempre había sido un tanto escandalosa, ceñida y escotada, desde aquella velada se había intensificado la intención de "mostrar de más" a aquellos agradecidos fisgones que se la topaban en la calle o en cualquier otro lado.
Mi alegría por la proximidad de nuestra boda ayudaba a hacerme de la vista gorda ante aquellos atuendos que rayaban en el escandaloso exhibicionismo que, combinado con aquellas pronunciadas curvas de su cuerpo, provocaban toda clase de piropos albañileros y miradas cargadas de deseo. Cuando iba a mi lado, era imposible pasar por alto aquellas miradas en sus nalgas y tetas, pero no decía nada; incluso, prefería no responder a las vulgaridades que todo tipo de machos envalentonados le prodigaban con desparpajo, ignorando mi presencia e, incluso, retándome a encarar aquello que hubiera sido un cuento de nunca acabar. Lo mejor siempre ha sido pasar de largo, aunque uno quede como cobarde al aceptar un: "¡Qué ricas ...