1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... nalgas, puta!" o un: "Ese culo merece una verga como la mía, no las miserias del que te acompaña", como si aquéllos fueran adivinos prosaicos o tuvieran vista de rayos equis.
    
       Lo que era verdaderamente difícil de aguantar eran las sonrisas cómplices que increíblemente ella empleaba como respuesta ante tales miradas obscenas y, sobre todo, ante los improperios que le dirigían. ¿Qué clase de puta barata sonríe cuando un pelafustán le espeta tales marranadas? La sorpresa era tal, no sólo mía sino también de aquellos valentones, acostumbrados a los insultos como contestación, que se quedaban impávidos ante el cinismo de la callejera que mostraba agrado a sus vulgaridades. Las primeras veces le reclamaba, pero ella se hacía la loca negándolo o arguyendo que sonreía por otra cosa y que ni siquiera había escuchado la obscenidad. Yo siempre me contentaba con sus explicaciones, aliviado por no tener que enfrentar lo inminente: que la mujer con la que me casaría gustaba de que cualquiera le gritara tales bajezas y precisamente por eso elegía aquellas prendas más adecuadas a una prostituta que a una periodista.
    
        Era viernes por la tarde y el día se me había ido deambulando por la enorme ciudad, entre el alquiler del esmoquin y la increíble informalidad del vendedor de cuadros de la Lagunilla, quien había tardado más de un mes en entregarnos las litografías que adornarían el departamento. Escasos días nos separaban de la unión eterna y el nerviosismo crecía en ambos. Faltaban ...
    ... algunas cosas para que todo fuera perfecto, por lo que decidimos dividirnos para que no quedaran inconclusas; finalmente, dentro de muy poco nadie nos separaría. Como no me alcanzó el tiempo para ir a la oficina, decidí que trabajaría el sábado por la mañana y me dirigiría a nuestro nidito de amor para colgar los cuadros; dejé el auto en el ajustado cajón que nos habían designado y subí las escaleras al segundo piso con los siete cuadros en brazos. Lo que vi cuando giré la llave y empujé la puerta marcaría un antes y un después en mi existencia...
    
       El loveseat de nuestra sala era lo primero que uno observaba al entrar al departamento; se trataba de un mullido sillón de tres plazas de color ambarino que hacía juego con dos más que se agolpaban alrededor de una mesa de centro. Como si se tratara de uno de aquellos video homes de los ochentas, que aspiraban a ser películas pornográficas con muy bajo presupuesto, a menos de un metro vi la cara de mi futura esposa con los ojos en blanco, totalmente desnuda y empinada con las nalgas en una posición de mayor altura que su cabeza pues, en lugar de sostenerse como perra con las palmas de las manos, lo hacía con los codos, lo que me regalaba la visión perfecta de Federico, nuestro jefe, también en pelotas, agarrando lascivamente los glúteos de mi prometida y bombeándola hasta el fondo con el inconfundible sonido de sus huevos rebotando en las carnes de aquella infiel. Era tal el sonido que hacían en la cópula, mezclándose con las ...
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