1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... nalgadas que generosamente le palmeaba mi superior y que yo había percibido con extrañeza escalones antes de abrir la puerta, que pasaron cinco o diez interminables segundos antes de que ambos se dieran cuenta de mi presencia. Y no sé si me hubieran notado si yo no hubiera dejado caer aquellos baratos cuadros al piso, lo que motivó que el editor sacara su miembro de la pepa de mi mujer y se cubriera, como si esto fuera a borrar la lujuriosa imagen. Ella también se cubrió y comenzó a balbucear alguna imposible explicación, pero mi estruendosa reclamación calló cualquier sonido: no la bajé de puta, adúltera e infiel, terminando radicalmente el compromiso que teníamos y que se consumaría sólo unos días después de aquella infamia. Sin permitir que respondiera nada, salí pateando la puerta y me interné por la ciudad dejando el coche en el estacionamiento, pues mi coraje, mezclado con decepción e incredulidad, no me permitían sincronizar pies y manos para largarme de aquel sitio en el Pointer.
    
       Mi celular repicaba y brillaba como arbolito de Navidad, por lo que decidí apagarlo. No me importaba que se hubiera acabado el mundo en ese momento; para mí, se había terminado al presenciar aquella desconsoladora escena. Sus tetas balanceándose ente el embate de su fornicador me taladraban el cerebro y el conocido estruendo que produce una palmada bien dada en una generosa cola como la de mi mujer hacía que las lágrimas escurrieran por mi rostro como una catarata involuntaria. La ...
    ... gente me miraba con esa morbosa expectación que todos tenemos al ver a alguien angustiado hasta el llanto, lo cual me importaba poco y nada; mis preocupaciones se resumían al dolor lacerante que sentía en la boca del estómago, como si un puñal se hubiera clavado ahí, de modo que pudiera seguir caminando, pero que su dolor inundara por completo mis entrañas.
    
       Luego de media hora de caminata sin rumbo, me topé fue una cantina de medio pelo frente al mercado de la colonia Del Valle; entré como zombi y, sin pudor por la angustia que evidenciaban mis ojos rojos y la cara mojada por tantas lágrimas, pedí una botella de tequila. El único camarero de ese lugar escuchó la orden y trajo la botella con otra de sangrita de menor tamaño, sal y una pequeña bandeja con limones. Como si todos los días entraran en aquella piquera hombres llorosos, el despreocupado empleado rezó como letanía los platillos de la botana, lo cual interrumpí asegurándose que no quería nada, aceptando una bandeja idéntica a la de los limones, pero con un surtido de cacahuates rojos por el picante. Habré consumido un par de cajetillas de cigarros y hasta la última gota del tequila cuando perdí la noción de mis actos; me despertó quien parecía el encargado del lugar que, con una actitud de lástima, me anunciaba el cierre de la cantina y me ponía delante una cuenta que pagué saliendo de aquel lugar con los primeros atisbos de la mañana. Pregunté la hora, pues no quería encender el teléfono y no me gusta usar reloj, y ...
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