Amanda, la buena vecina
Fecha: 17/11/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Cabrera1993, Fuente: CuentoRelatos
... nueva erección que templaba ya la tela de mis pantalones.
— ¡Acercate! —ordenó ella en un susurro, en tanto que yo la miraba como embobado.
Ella sonrió un momento y luego preguntó:
— ¿No vas a quitarte esa ropa? Aquellas palabras parecieron despertarme y rápidamente comencé a desabrocharme los pantalones.
Doña Amanda sonrió complacida al ver mi prisa. Se sentía deseada y eso le satisfacía. Mi pene cabeceaba de deseo y tuve que quitarme con rapidez el calzoncillo para darle libertad al enfurecido miembro.
—Vaya, hijo. Parece que tenés un muy buen instrumento —dijo al apreciar mis 23 centímetros.
Mi nerviosismo seguía creciendo por segundos. Cuánto más cerca estaba de mi sueño, más nervioso me encontraba.
— ¡Ven! —ordenó ella con voz suave. Mientras me acercaba, vi como ella se quitaba el brassier, dejando al descubierto sus enormes tetas, grandes, macizas, surcadas por ligeras venitas azules, coronadas por grandes pezones casi negros, rodeados de enormes aureolas obscuras Creí que me corría de felicidad.
— Creo que podré enseñarte una o dos cositas, dijo al tiempo que alargaba su mano y me agarraba la verga y los huevos con delicadeza.
Nunca había imaginado que aquello pudiera ser tan excepcional. Me sentí como en el paraíso y atreviéndome, llevé mi mano hasta sus tetas.
Allí estaba yo tocando aquellos dos melones con enormes pezones. Doña Amanda seguía tocándome, aunque ahora con más ritmo. Creo que en un minuto estaba ya para correrme. Ella se ...
... dio cuenta y lo dejó. Se puso de pie y se bajó las bragas. Abrió las piernas, a manera de invitación, dejándome ver el vello que cubría el triángulo donde se unían sus piernas y, más abajo, la profundidad de su vagina. El deseo me encabritaba el pene más y más.
— ¡Qué grande lo tenés! —susurró con voz sensual. — Usted me pone así —respondí.
Me subí a la cama, nos abrazamos y comenzamos a acariciarnos. Aunque nunca había tenido una aventura sexual, mis manos recorrieron ávidas el cuerpo de la mujer. Me apoderé de ambos senos, los amasé y acaricié largamente. Los senos siempre me habían llamado enormemente la atención. Me tendí sobre ella y nuestros vientres se aplastaron uno contra el otro, en tanto que yo le devoraba un pezón y su aureola y le chupaba con pasión la enorme teta. Ella me correspondía con besos por el cuello y en las orejas. Yo en cambio solo quería besar y coger sus grandes tetas. Acostados en la cama, seguimos con los juegos de besos y caricias. No hablábamos ninguno de los dos.
En una de las vueltas que dimos el uno sobre el otro, advertí con mi rodilla, que su coño estaba totalmente mojado. Entonces, por primera vez, deslicé mi mano hacia su entrepierna y le toqué su cueva oscura y peluda. Ella dio el primer respingo de la tarde. Ella seguía mordiéndome el cuello y ahora sí me susurró al oído que le metiera un dedo dentro. A lo que yo accedí automáticamente. Empecé un mete y saca rítmico que hacía que se estremeciera en la cama. Agarró mi verga y, al ...