1. Amanda, la buena vecina


    Fecha: 17/11/2017, Categorías: Hetero Autor: Cabrera1993, Fuente: CuentoRelatos

    Yo creo en la buena vecindad. Los vecinos son personas que se relacionan por algo más que la simple proximidad de sus viviendas. Entre ellos puede haber un sentimiento de amistad y, principalmente, de apoyo ante los problemas que uno u otro puedan tener.
    
    Un vecino apoya al otro, la mayor parte de las veces, en forma desinteresada y sin esperar nada a cambio. Sin embargo, ésta es obligada cuando el primero lo necesita, haciendo realidad el conocido lema: “hoy por ti, mañana por mí”.
    
    Una noche de abril, mi tío Álvaro llamó por teléfono a mi abuela y la invitó a pasar unas semanas con él y su familia, aprovechando la boda de Lucía, la hija mayor, quien se casaría con un joven mexicano. Mi abuela, instantáneamente, manifestó su deseo por asistir, pero luego, pensó en que no podía dejarme solo. Yo no podría ir por mis estudios, ya que los exámenes del semestre estaban por empezar y ella no podía dejarme solo. Por ello, comenzó a decirle a mi tío que le agradecía la invitación, pero que no podría ir. Yo la escuché, y le dije que fuera, que no se preocupara por mí, que yo ya no era un niño y que podría cuidarme solo.
    
    — Una oportunidad como esa no debes de desaprovecharla —le dije—. Ve, que yo me puedo cuidar solo.
    
    Ella se quedó dudosa y le dijo a mi tío que lo pensaría. En los días sucesivos yo me ocupé de convencerla de que no tenía razón para preocuparse por mí.
    
    — Está bien —dijo finalmente—, iré si me prometes cuidarte y alimentarte bien. — ¡Lo prometo! —le ...
    ... respondí.
    
    Tenía entonces 18 años y me había iniciado en el sexo con las clásicas masturbaciones de adolescente siempre pensando en mujeres mucho mayores que yo, porque en mis fantasías eróticas, no sé por qué, siempre aparecían mujeres maduras, con una característica común: algo rellenitas y de grandes senos. Sabía que tenía que ser muy cuidadoso, ya que mi abuela era muy estricta en estas cuestiones y no sabría comprender mis nacientes aficiones por el sexo.
    
    Siempre buscaba momentos de soledad (a la hora de dormir, en el baño, etc.) para dar rienda suelta a mis instintos sexuales. Yo mismo me fabriqué, con una tela gruesa pero suave, una bolsita para meter en ella el pene y eyacular en el interior, a efecto de no dejar manchada la sábana de la cama, porque ya en una ocasión, mi abuela me había regañado por “ensuciar” las sábanas.
    
    En la tarde siguiente de que mi abuela se fue, me disponía a ver televisión, cuando sonó el timbre de la puerta. Yo andaba por casa con pantaloneta y playera. Así vestido, me dirigí a abrir. Era doña Amanda, la señora que vivía en la vecindad, mujer de 51 años, morena, con el pelo recogido, no era una belleza de cara, pero su bien hacer en el maquillaje la hacía resaltar mucho, algo gordita y magnificas tetas.
    
    — Hola. Buenas tardes, sólo quería saber si no necesitabas algo ahora que tu abuela se ha ido. — ¡Doña Amanda! —respondí sorprendido, ya que no la esperaba.
    
    Ella me miraba con una sonrisa y yo, le respondí que le agradecía su interés, ...
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