Amanda, la buena vecina
Fecha: 17/11/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Cabrera1993, Fuente: CuentoRelatos
... multiplicaba. No quería que aquello se acabara nunca. Hubiera deseado prolongar aquel placer, pero nada dura para siempre. Eyaculé otra vez, pero ahora fue dentro de ella. Aquello fue el placer más grande sentido en mi corta vida. Ella también me dijo que había tenido un par de orgasmos durante la penetración.
Yo estaba de nuevo como una estaca. Mi polla con un brillo especial pedía más guerra. Doña Amanda se echó de espaldas sobre la cama y me dijo que fuera yo quién ahora mandara la situación. Se abrió de piernas y pude observar su raja abierta todavía goteando de mi última corrida.
— ¡Vení! —pidió ella.
Sin embargo, esta vez no obedecí. Viendo las piernas abiertas de doña Amanda y observando el apetitoso espectáculo de su vulva y aquellos carnosos labios, la agarré por las caderas, para atraerla y sepultar mi cara en el punto donde se juntaban los muslos. Mamé y lamí con una mezcla de ternura y pasión, sintiendo por primera vez en mi vida, el sabor de mi propio semen, y no me pareció feo.
Logré excitar el clítoris al máximo, haciéndola prorrumpir en gritos de delirio, al tiempo que la taladraba con mi lengua caliente y húmeda.
Doña Amanda se meneaba al sentir aquellas caricias. El calor que la poseía se hacía más y más fuerte.
Ella brincó en la cama y se retorció como una serpiente. Seguí lamiéndola furiosamente por todas partes, haciendo presión en los repliegues más íntimos de su cavidad, hasta que quedó limpia. Pero no me detuve y continué ...
... chupando y lamiendo con avidez, haciéndola temblar y sacudirse como una hoja al viento. Entonces, en forma jadeante, con voz trémula, ella suplicó:
— ¡Metémela! ¡Por favor, metémela!
Gateé sobre ella y mi verga se puso de punta, frente a la entrada de la vagina. Me abrazó y con una mano dirigió mi pene hacia su vagina y lo puso en la entrada, tocando los grandes labios. Me dijo que empujara y así lo hice. De nuevo mi pene entró hasta el fondo sin ningún problema y me abrí paso en el túnel del amor. Para ambos, aquella introducción fue una fuente indescriptible de placer.
Ahora era yo el que empujaba hacia fuera y hacia dentro. Ella agarrando mis caderas en ocasiones, y otras apretándome el culo guiaba mi ritmo. De pronto, sentí su dedo juguetón insinuándose por la abertura de mi ano. Estaba demasiado excitado para protestar, cuando ella me introdujo el dedo medio en el culo. Pese a un pequeño dolor, la sensación fue inenarrable. Estaba en el paraíso. No necesitaba de su ayuda para marcar un ritmo. En esta ocasión nos corrimos los dos a la vez. Después de estar un ratito abrazados me besó y nuevamente me metió la lengua hasta la garganta. Yo le correspondí y así estuvimos otro rato, hasta que la verga se me paró otra vez.
— ¡Vaya, muchacho! —me dijo al ver mi nueva erección—, tú sí que parecés una máquina de sexo. ¿Dónde habías estado metido todo este tiempo?
Nos acariciamos nuevamente con furia, buscando excitar nuestros cuerpos al máximo.
Doña Amanda tenía la ...