1. Amanda, la buena vecina


    Fecha: 17/11/2017, Categorías: Hetero Autor: Cabrera1993, Fuente: CuentoRelatos

    ... pero que me encontraba bien.
    
    — ¿Almorzaste? —preguntó solícita. — Sí. No tenga pena. — Está bien.
    
    No vaciles en pedirme cualquier cosa que necesites. Pasaré después a ver cómo estás. — ¡Gracias! —fue lo único que atiné a decir.
    
    Ella se agachó para recoger una bolsa del supermercado que tenía en el suelo y yo advertí por su escote los grandes senos que debía esconder aquella mujer bajo el vestido. Cerré la puerta y no lograba quitarme de la cabeza el escote de doña Amanda, por lo que planeé una masturbación memorable para esa noche, haciéndome toda clase de fantasías con ella. Mi abuela Marta era muy estimada por los vecinos. Todos la saludaban con respeto y aprecio y la tenían por una gran señora. Ella los trataba con la misma cortesía y deferencia, salvo por el caso de doña Amanda, quien siempre saludaba muy amablemente a mi abuela y buscaba su conversación, pero no recibía lo mismo en reciprocidad ya que mi abuela no gustaba de su amistad.
    
    Ella decía que doña Amanda no era una “mujer decente”. La realidad es que la famosa doña Amanda estaba casada con un señor que trabajaba como supervisor de una cuadrilla de construcción de caminos en Petén, por lo que venía a la capital a visitar a su esposa uno o dos días cada trimestre, dejándola sola la mayor parte del tiempo. Al parecer, doña Amanda había tenido dos hijos, uno de los cuales había muerto en su infancia y el otro se había marchado a vivir a Los Ángeles, California, donde trabajaba, había establecido su ...
    ... residencia y fincado su hogar.
    
    Doña Amanda vivía sola y ello la había llevado a serle infiel a su esposo. Mi abuela decía que ella había tenido más de un amante, por lo que no gustaba de relacionarse con la mencionada mujer.
    
    Yo, por mi parte, desde que escuché a mi abuela decir que ella era una “traga hombres”, había comenzado a fijarme más en esa mujer, y a hacerla de vez en cuando, blanco de mis fantasías masturbatorias. Pero fue en el momento de que ella se agachó levemente, cuando llegó a llenar mi pensamiento.
    
    Como a las seis de la tarde, sonó el timbre. Era nuevamente doña Amanda.
    
    — ¡Hola! —saludó alegremente—. Vengo a ver si tenés cena para hoy. Estoy segura de que tú solo no te alimentarás bien. — Gracias —le respondí, entre agradado y extrañado—, pero mi abuela me dejó algo de dinero, así que había pensado ir por ahí a comer una hamburguesa. — Eso no es suficiente —dijo ella—. Lo que necesitas es una buena comida casera. Regreso en un momento.
    
    Y dicho esto, se marchó de regreso a su casa. Como a las siete de la tarde, volvió a sonar el timbre. Pensando en que podía ser ella, me puse un poco nervioso cuando fui a abrir la puerta. Abrí, y me encontré frente a doña Amanda que traía unos trastos sobre un azafate. Inmediatamente noté que se había cambiado de ropa y tenía puesta una blusa azul aún más escotada que el vestido que le había visto anteriormente.
    
    Mis ojos se quedaron fijos en aquella parte de su anatomía y después de un momento, dándome cuenta de ...
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