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Sexo con mi pequeña hija
Fecha: 06/03/2020, Categorías: Incesto Tus Relatos Autor: Adonay, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
SEXO CON MI PEQUEÑA HIJA (Autor. Adonay. 4 marzo 2020) Todo comenzó aquel día en que mi hija se lesionó durante su clase de ballet y hubo de quedarse en casa guardando reposo y realizar la fisioterapia recomendada por el doctor que la atendió. Aunque solo fue una distensión muscular, el dolor en el muslo derecho, según ella, era muy fuerte por lo que acudí a su habitación con el ungüento que le habían recetado. Estábamos solos ella y yo porque mi mujer no podía dejar de asistir al trabajo. Ella pasaba su etapa de prueba y de no asistir no adquiría el puesto. Ada estaba en su cama y vestía solo su bata de dormir. Para nada me asombró pues estoy habituado a verla así. Le dije que venía para darle las fricciones y asintiendo con un gracioso movimiento de cabeza se colocó de costado dándome la espalda y subiendo la bata hata las caderas para descubrir el muslo afectado. Al ponerse en esa posición, con la pierna izquierda recogida, mostró sus rosadas bragas que se habían metido entre sus nalgas. Confiezo que núnca había tenido ningún tipo de fantasía sexual con Ada, pero a la vez les digo que mis ojos se fijaron en el hermoso trasero que se mostraba a mi vista. Para una niña de once años y medio era algo bien desarrolladito. La piel limpia, de un color rosado exquicito y con la tersura de su juventud. Mi mano temblaba cuando abrí el frasco para masajear su muslo y noté que mi verga se había puesto dura. Sacudí la cabeza tratando de apartar aquellos pensamientos ...
... morbosos. Se trataba de mi hija. Hice lo imposible por concentrarme en el masaje pero aquello fue peor. Sentir la piel de su muslo mientras veía sus nalgas me calentaba aun más y comencé a arriesgar más. Mientras mi mano derecha acariciaba su muslo, apoyé delicadamente y con nerviosismo la otra mano sobre su trasero. Aquello no pareció importarle porque no hizo ni un solo gesto. Ya el ungüento había desaparecido y yo continuaba con el masaje, mejor dicho, con las caricias. Ahora dejaba correr muy suavemente la yema de mis dedos sobre el muslo y sentí su erizamiento. Me percaté también que la respiración de Ada se aceleró un poco mientras yo, casi por instinto, le apretaba las nalgas. Así estuvimos no sé ni cuánto tiempo hasta que me detuve. Cuando dejé de acariciarla ella solamente se limitó a mirarme. No vi ni una pizca de reproche en sus ojos y eso me consoló. _ ¿Mañana me das otro masaje papi? _Preguntó con dulzura. Yo instuí una doble intención en sus palabras. Le dije que sí y les aseguro que aquella noche casi no pude dormir repasando los acontecimientos. Al siguiente día llegó la hora de la fisioterapia. Yo estaba nervioso y ansioso a la vez. Cuando entré a la habitación Ada me regaló la mas pícara de las sonrisas. Pareciera que con sus ojos me dijera que sabía lo que yo deseaba hacer. Le pregunté si podíamos comensar y mi voz sonó como temblorosa. El corazón era un trote de caballos. Me dijo que sí y adoptó la misma posición del día anterior aunque esta vez se ...