1. Emilio (A la mañana siguiente)


    Fecha: 25/11/2017, Categorías: Dominación / BDSM Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    ... taxi para dejar a un cliente; y de casualidad, D. Severino, miró en esa dirección, y lo vio.
    
    - ¡Ahí está!, le dijo; y cruzaron al otro lado de la plaza.
    
    - Ha sido mi mujer, que me ha entretenido un poco… ¡lo siento!
    
    Entraron en un portal que había junto al Estanco, y subieron al primer piso.
    
    Enseguida D. Severino, le echó mano al culo
    
    - ¡Tienes rotos los pantalones!, chaval.
    
    - Si, ¡ya lo sé! Me he peleado esta mañana…
    
    Adolfo había extendido una manta en el amplio sofá; y se acercó a ellos, que todavía estaban en el vestíbulo.
    
    - ¡Pasad!, ¡coño!
    
    Esos dos cabrones llevaban follándoselo casi dos meses, todos los jueves; y Emilio cada vez estaba más enganchado.
    
    Le daban por el culo, a saco... durante un par de horas o tres, y disfrutaban de su cuerpo, sin límite.
    
    ¡Qué manera de comerle el culo!… y de follárselo. A veces, le tenían, más de una hora, aguantando una buena follada, mientras le comían la polla, sin darle la más mínima tregua. Se lo fajaban a sus anchas... y luego lo dejaban en la parada del autobús.
    
    El chico dejaba que esos dos caballeros hicieran con el lo que quisieran, desde aquel día... de regreso a casa.
    
    Fue un martes. El de la segunda semana. Al comienzo del curso. Cogió el autobús para volver a casa al medio día, como todos los días, y se quedó atrás en un rincón. Aunque, poco a poco, logró colocarse detrás de uno de los asientos traseros, para poder apoyar los brazos; y así, ir más cómodo. Después de la primera parada la ...
    ... cosa se puso imposible. No cabía nadie más. Y fue entonces cuando Emilio lo notó. El señor de atrás se le había arrimado; y se la había puesto entre las nalgas. Sintió muchísima vergüenza y no se atrevió, ni siquiera a mirarle. Sin embargo, le gustaba esa sensación; y se puso muy cachondo.
    
    A los dos, o, tres minutos de restregársela al chico, sin poder evitarlo, por culpa del traqueteo del autobús, y viendo que el chico no decía nada. D. Severino se atrevió a rodearle con las manos; y cogiéndolo por la cintura, se lo pegó bien pegado.
    
    Con esa calentura y con el rabo entre las nalgas del chico, estuvieron durante buena parte del trayecto, hasta que se lanzó a desabrocharle los pantalones grises, de tergal, que formaban parte del uniforme del colegio; y aflojándoselos, le metió las manos para sobarle y disfrutar de sus intimidades. Poco a poco, consiguió de él, que abriera las piernas para poder acariciarle el ojete y meterle los dedos hasta el fondo.
    
    - ¡Mmmmmmm!, que culito más rico, tiene este nene, pensaba Severino...
    
    En la siguiente parada se produjeron algunos desplazamientos, y fue entonces, cuando apareció Adolfo junto a ellos. Se colocó a su lado, y se quedó mirándolos descaradamente; con una sonrisa de cabrón, como pocas veces había visto Emilio.
    
    Se acercó a los dos y les dijo al oído.
    
    - Tengo un local muy cerca de la próxima parada… ¿hace?
    
    - ¿Quieres, que vayamos con él?, le dijo Severino...
    
    Y Emilio, que llevaba una calentura tremenda, y el ...