Deseo anónimo: segunda parte
Fecha: 02/12/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... besos siguiendo la línea de tu mandíbula. Mis manos desparecieron de tu nuca y fueron bajando lentamente por tu cuerpo hasta llegar a tu erección. Mis labios llegaron a tu cuello y lo besé, lo besé dulcemente intercalando esos suaves besos con pequeños mordisquitos que te hacía jadear. Al oírte no pude hacer otra cosa sino que repetir y repetir, quedándome unos minutos más saboreando tu cuello hasta llegar al lóbulo de tu oreja y besarlo para después susurrarte al oído.
- Este es mi momento. Aquí y ahora voy a saciarme de ti – y mordí con una ligera fuerza, tu lóbulo, mientras mis manos desabrochaban tus vaqueros y la recorrían ahora sobre la fina tela del bóxer – Mi turno, mis normas – y mis manos ejercieron una leve presión sobre tu ya crecido paquete - Déjate llevar por mí. Hay mucha noche de por medio para que yo, me deje llevar por ti.
Y dicho esto, me abalancé sobre tu cuello como si fuera un vampiro y el olor de tu sangre me llamase. Lo mordí fuertemente, estoy segura que si no hubieras estado tan caliente, vamos a decirlo así, te hubiera dolido. Ahora eras tú quien se controlaba y hacía un esfuerzo casi inhumano por ahogar los gemidos. Besé y mordí tu cuello más salvajemente que antes, provocándote gemidos más y más fuertes. Gracias a nuestras innumerables conversaciones sabíamos lo que más nos gustaba y yo, recordaba a la perfección, que tu punto débil era el cuello.
Mi boca se separó de tu cuello y te dediqué una mirada juguetona. Días después me dijiste ...
... que no supiste nunca como interpretar aquella sonrisa, pero que te había excitado. Mis manos apartaron la tela que impedía el contacto directo de mis manos con tu erección, para después subirlas hasta mi pecho, me los apreté con ganas y ahí se quedaron jugando con ellos a provocarte. Me acerqué más a ti, de modo que mi sexo quedó sobre el tuyo. Notaste el calor y la humedad que yo desprendía y me besaste. Pero te separé. Nos manteníamos las miradas y en esa posición donde mi rajita, tapada con la tela de mi ropa interior, situada sobre tu dureza, me fui moviendo, frotando mi sexo sobre el tuyo, en un movimiento circular bastante suave. Y te volví a oír gemir, gemido que se unió al que se me acababa de escapar a mí también. Me acerqué más a ti y notaste como mis pezones duros como piedras me marcaban aun llevando sujetador. Hiciste el amago de llevar tus manos hasta mis pechos, pero te di un ligero manotazo.
- Mi turno, mis normas – te dije acercándome a tu oreja – las manos donde estaban.
Y con un buen chico llevaste las manos de nuevo a mi trasero. Aumenté la velocidad del movimiento, me recosté más hacía ti hasta que casi en sollozos me suplicaste que parase.
Me alejé unos centímetros de ti, y mirándote fijamente bajé mis manos hasta tu miembro y la volvieron a recorrer. La agarré con mi mano fuertemente, ejerciendo la presión justa y, en aquel preciso instante volviste a gemir y mi sonrisa se atenuó y mis ojos brillaron más reflejando más las ganas de ti que tenía. ...