1. La adolescente perversa I


    Fecha: 09/12/2017, Categorías: Intercambios Autor: pierrelouis, Fuente: CuentoRelatos

    LA ADOLESCENTE PERVERSA I
    
    Basada en una historia de Nelson Barra
    
    La vi en el metro la primera vez. Era convencional pero distinta. Estudiante de clase media alta. Putilla cargada de carpetas. Burguesita disfrazada de pobre. Vulgar y refinada. Inocente y perversa.
    
    Era rubia y relativamente alta para la edad que yo le presumía. No tendría más de diecinueve años ni menos de quince. Vestía tejanos gastados de marca y una camiseta blanca en la que se advertía una leyenda en inglés. Sus gafas de sol se sostenían en una de las presillas del cinturón. Lo que más me excitó fue su rostro bellísimo, unos ojos azul intenso y una nariz respingona que le daban un toque de niña traviesa, me imaginaba esas bragas ocultas mínimamente rotas a la altura del coño.
    
    Fue entonces que empecé a jadear y me aproximé a su cuerpo, pude respirar su sudor de gimnasta y sentir el verano de sus axilas. Ella movía impaciente su cuerpo mientras cogía sus gafas y las montaba sobre el pelo dorado. Salió con prisa del vagón, pero en cuanto se percató que no podía seguirle a ese ritmo amaino el paso. Opto por la vieja escalera para que yo la observara desde la mecánica. Dejo que la desnudara con mis ojos y sonrió mientras ocultaba sus ojos con sus gafas de sol.
    
    Ascendimos por una calle de un barrio lleno de bares baratos y la seguí durante varios minutos sin atreverme a hablarle, me sentía pequeño, miserable y avergonzado. Más tarde me dijo que le gustaban los hombres viejos, miserables y sucios. ...
    ... Hombres capaces de humillarse y de humillarla como para poder gozar plenamente de todas las perversiones sexuales imaginables.
    
    Me obligo a jadear durante aquel largo trayecto de inútil y silenciosa persecución. De pronto se detuvo, se apoyó en la pared y me llamó con un discreto gesto. Fui hacia ella dispuesto a todo. Esperaba voces, insultos, histéricos golpes, y solo sonrió al decirme:
    
    Te cobraré cincuenta euros por que me lo hagas por el culo, veinticinco si deseas lamer mi coño, veinte por una mamada sin capucha y tragando y diez si me besas los pies que veo que los observas con deseo. Y si ese dinero se lo quitas del pan de tus hijos te prometo que gozaré.
    
    Temblé de espanto y, ruborizado, me atreví a replicar:
    
    -Ni tengo hijos ni tengo ese dinero. Más te daría si lo tuviera, no se trata de eso pequeña, se trata de otra cosa.
    
    -Entonces vete anciano. A la vuelta de la esquina me veras entrar a un hotel con uno de esos vagos que andan por las calles. Si te atreves a esperar todo el tiempo que goce con otro podremos volver a conversar.
    
    Sin agregar más palabras me abandonó. La seguí temeroso y desesperado y vi cómo, al otro lado de la calle se abrazaba con un joven de cabeza rapada y barba de varios días, al parecer sudamericano, entraron en un portal y desaparecieron de mi vista. Me sentía un tonto marido engañado y humillado, feliz en su complacencia, excitado con el goce circunstancial de esa joven esposa que se iba con otro.
    
    Después supe por ella que el ...
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