Historia del chip (034): Predisposición (Kim 013)
Fecha: 13/12/2017,
Categorías:
Intercambios
Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
Estuvieron varios meses en un preludio de un nuevo noviazgo, esta vez mucho más exigente para Kim. Siempre que estaban solos, -estuvieran donde estuvieran-, tenía que soltarse el vestido y descubrir pechos y nalgas, para cubrirlos sólo y exclusivamente si venía alguien. Asimismo, Kim ya no debía juntar las rodillas, los pechos debían estar siempre bien hinchados y los hombros llevados hacia atrás. El estómago hacia dentro al máximo. Nunca llevaba ropa interior cuando se reunía con Roger, ahora tampoco la llevaría en cualquier otro momento. Las telas debían rozar, excitar y picar los pezones erguidos. La barbilla alta, con porte orgulloso. Kim ya no veía las manos de Roger cuando jugueteaba con los pezones o amasaba los pechos expuestos. Las manos regularmente a los lados, a la espalda o en la nuca. Y en el futuro, una vez lograda la elasticidad apropiada, incluso a la manera de rezo, pero por detrás. A duras penas conseguía un par de orgasmos al mes debido al nuevo reglamento y lo peor es que todo el asunto mantenía su excitación al máximo. Sobre todo, ir sin ropa interior al trabajo o llevar los pezones constantemente duros mientras rozaban la áspera tela. No poder cerrar las piernas, por una simplemente predilección de su novio, la volvía loca. Y se pasaba horas calculando si la distancia entre ambas rodillas era suficiente. No volvió a llevar pantalones y los vestidos o las faldas eran extremadamente cortos. Todo el mundo debía conocer sus largas piernas de memoria. Roger ...
... disfrutaba enormemente de acariciar la piel sedosa entre los muslos entreabiertos de Kim. Los dos coincidían que les excitaba que las piernas no se cerrasen completamente. Habían decidido, de mutuo acuerdo, que sería una gran prueba de amor no sólo que las rodillas no se juntasen sino también que los muslos no se tocaran salvo al caminar. Ella se prometió no decepcionarlo y sentía una gran responsabilidad como si un simple gesto inconsciente por su parte protegiendo su vagina, aun por un instante, supusiera la pérdida de la confianza de su amante. Su atención se dividió entre la obligación de mantener los pechos bien erguidos y la necesidad de permitir, con pocas excepciones, que el aire no perdiera el contacto con sus labios vaginales.
Su mundo se centró en su cuerpo, preparado para satisfacer a su amado. Aunque no fuera a verlo en muchas horas. Los tejidos livianos, las prendas ajustadas, la piel exuberante, las hormonas aportando brillo y ayudando a esculpir las formas exhibidas. Se mostraba como una hembra predispuesta al sexo. Hambrienta de semen, sedienta de caricias. Cuando se encontraban, rápidamente las manos se encaramaban al cuello, los labios se acercaban para ofrecer un beso pasional, mezclando saliva, enroscando las lenguas. Presionaba los pechos casi hasta dolerle para permitirle apreciar lo duro que estaban los pezones. Las nalgas prietas, elevadas por los tacones y por el estiramiento de su cuerpo. En ocasiones, sobresaliendo debajo del vestido o exhibidas ...