1. Historia del chip (034): Predisposición (Kim 013)


    Fecha: 13/12/2017, Categorías: Intercambios Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... desnuda salvo los tacones y los pendientes. Mirando al frente y erguida como siempre.
    
    —¿Sientes ganas de llevar tus manos a tus pezones y tu clítoris?
    
    —Sí.
    
    —¿Tienes ganas de que los acaricie?
    
    —Sí.
    
    —¿Y de que los pellizque?
    
    —Los pezones, quizás, pero el clítoris no, por favor.
    
    Sintió la caricia en los pezones, tan duros que dolían. Supo mantener la posición. A duras penas. El orgasmo le llegó sin previo aviso, no tenía permiso. Cuando volvió a llevar sus manos a la nuca y erguirse e hincharse, lo recalcó.
    
    —Lo siento.
    
    —No lo sientas, me ha gustado.
    
    —Creí que no te gustaba que tuvieras orgasmo sin permiso.
    
    —Naturalmente que no. Pero sí que te conviertas en una esclava orientada al dolor.
    
    Kim asintió levemente, manteniendo la barbilla bien alta. Sabía cuánto le gustaba a Roger mantenerla en esa postura.
    
    —Deseo que cambiemos las reglas.
    
    —¿Eso no es algo que debería plantear yo?
    
    —No, pues deseo otorgarte la potestad a ti— recalcó Kim
    
    —Ya la tengo ¿recuerdas?
    
    —No, tú decides cuándo te apetece que tenga el orgasmo. Mi actitud debe ser perfecta. Nada de negociaciones o dilaciones. Cuando tú quieras si consideras que lo merezco. Ni monedas, ni expectativas.
    
    —¿Y si prefiero que tengas ninguno?
    
    —Lo aceptaré.
    
    —Acabas de tener uno sin permiso.
    
    —Lo sé, castígame. Pero debe ser un castigo de verdad, no una fantasía tuya.
    
    —¿Cuál es la diferencia?
    
    —Las cintas nos gustaban a los dos. Algo que sólo te guste a ti.
    
    —Me ...
    ... gustaría pellizcarte los pezones y el clítoris continuamente.
    
    —No podré aguantarlo.
    
    —Lo sé.
    
    Al final, Roger se decidió, y le pellizcó fuertemente los pezones como castigo antes de ponerle las correas de nuevo. La mantuvo así durante cinco minutos, se las quitó y la volvió a pellizcar. Kim gritó consiguiendo mantener la posición. Roger le volvió a poner las correas y salieron hacia al aeropuerto.
    
    Una vez en el avión, Roger le indicó que cerrase las piernas. Kim, extrañada, obedeció.
    
    —Desde ahora, cuando lleves la cincha entre las piernas, mantendrás las piernas fuertemente cerradas salvo que yo lleve mis manos a tus muslos— solicitó con firmeza.
    
    Kim sintió un fuerte calor casi de inmediato y la presión en sus labios inferiores y su clítoris aumentó. Unido a su postura erguida se sintió como atada y apreció el arte de Roger, que miraba sus piernas sin disimulo alguno. Hay un fuerte erotismo cuando los muslos de una mujer están muy cerca uno de otro y Roger sabía apreciarlo. Cuando notó que deseaba acariciar el interior del muslo, abrió las piernas y el clítoris, percibiendo el ajuste en la cincha, protestó. Y las caricias de Roger aumentaron su calentura, como siempre ocurría. En cuanto Roger acabó la inspección, volvió a cerrar fuertemente las piernas, aprisionando todavía más si es que era posible a su comprimido botón sexual y a los elongados y apretados labios que lo escoltaban.
    
    Su deseo era tan grande que mantener la postura le resultaba mucho más sencillo ...
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