Reencuentro (con versión en película)
Fecha: 22/12/2017,
Categorías:
Confesiones
Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos
... ejemplo?
―darte la revancha. No hubo tiempo cuando pasó todo. Te quedaste con las ganas, ¿verdad?
―esa era la sorpresa... ¿Y quien te dice que todavía la busco?
te conozco Jim. Eres muy mal perdedor, además de transparente. Estas excitado solo de pensarlo.
No hacía falta observar el bulto del pene erecto debajo del bóxer. Jim sabía perfectamente a qué se refería Ana.
―tendrás que dar muchas explicaciones.
―tendremos...
―como los griegos, y solo al cuerpo...
Jim se quita el bañador. Está muy excitado. Pelear con otra chica, desnudos los dos, era una de sus fantasías de niño que con la perversa Ana se había hecho realidad desde casi desde el momento en que intimaron. Se levantan ambos. Se ponen en posición para pelear. La última vez que lo hicieron fue en la vieja masía de su querida tía, ya fallecida. Ese día Jim recibió la mayor paliza de toda la serie de peleas con Ana. Las cosas se estaban enturbiando mucho. La aparición en escena de aquella compañera de clase rubita que estaba tan buena, y que Ana no dudó en meter en su casa, había roto la trayectoria del último y feliz año de relación. Los continuos y, a veces despiadados reproches estaban pasando factura. Ana se negaba a admitir algo que resultaba más que evidente. Se estaba enamorando, o, en el mejor de los casos, encaprichando de aquella tímida chica con cuerpo de pecado. Ana siempre había presumido de bisexual, aunque por lo que Jim sabía, nunca se había acostado con otra mujer. Ahora Jim ...
... estaba seguro de que si no lo había hecho, estaba en puertas.
El intercambio de golpes empezó. Ambos intentaron seguir la regla sagrada: respetar el rostro, pero no siempre lo hicieron. Ana empezó muy bien, protegiendo sus pechos, la sempiterna obsesión de Jim. Pero esta vez él buscaba otra cosa. Ella lo hizo caer un par de veces. La cosa parecía que empezaba a contar mal para Jim. Pero Ana en un momento dado empezó a perder fuelle. Demasiados años de vida sedentaria y muchas cajas de Winston en sus pulmones. Eso la perdió. Sus movimientos se tornaron lentos. Era la hora del que más en forma estaba, y ese era Jim. El gimnasio que estaba dos plantas arriba del estudio tenía la culpa, y sus pinitos con el karate iban a desequilibrar la balanza. Sus golpes eran cada vez más duros y certeros, y Ana empezó a sufrir. Su vientre, estómago y rodillas eran esta vez los objetivos de las patadas. Jim estaba pletórico. Ana cayó varias veces. Una serie de rodillazos en su entrepierna y un demoledor taconazo en -esta vez―desprotegidos senos puso punto y final.
Ana yace en la arena. Este la ayuda a levantarse. Ana tiene los pechos, muslos y el vientre amoratados. Jim le ha dado una buena paliza.
―no puedo seguir Jim. Has ganado. Voy a descansar un poco y empezamos.
Se tumba en la arena boca arriba y se abre de piernas, esperando a Jim. Y es que cuando sus peleas finalizaban estaban ebrios de deseo. Jim lucía una elección increíble. Ana tenía su abundante vello púbico, inglés y cara ...